Uf! ¿Por dónde empezar? No es poco ir y volver 800 kilómetros en una mañana, sentirse parte de la comitiva presidencial, con escoltas, radiopatrullas y todo, para -al final de cuentas- cortar una cinta y volver. Una gran, pero gran experiencia.
Lo primero que tengo que decir es que eso que dicen que la Presidenta transmite una especie de aura, una imagen luminosa y hasta encantadora, es cierto. Apenas se subió al avión y como buena anfitriona, se dirigió al fondo de la nave para saludarnos uno por uno
¿Cómo están chiquillos? o algo así creo que fue lo que nos dijo...
De ahí en más, ella adelante, en su despacho privado y nosotros atrás, disfrutrando de las bondades del servicio a bordo. Con decirles que por primera vez en mi vida me toca comer con cubiertos metálicos en un avión les digo todo ¿no? Exquisito, desayuno y almuerzo, ojo... Ja!
Lo otro, no sé si por el tema del cambio de gabinete y eso, los ánimos no eran de los mejores en la Presidenta. Además, los deudores habitacionales otra vez hicieron su show y as{i, si a eso le sumamos que hace poco se bajó del avión que la trajo de El Salvador, sacarse una foto con el periodista deportivo no estaba en los planes de la máxima autoridad. En fin, para la otra será.
Me quedo con la alegría de la gente en Chillán, con la joya de estadio que se acaba de inaugurar, con el sentimiento de fiesta que sólo el fútbol es capaz de producir de peón a paje, un sentimiento que cruza a toda la sociedad sin excepción.
Me quedo con la historia, con el hecho de estar en el momento que se le dio el vamos a un estadio que perdurará en nuestro paisaje futbolístico por años y años, me quedo con la valentía y el coraje de la Presidenta -algo que destacó Harold- para decir Ok, vamos, echémosle para adelante...
¡Gracias Presidenta! De verdad gracias...
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