Fui a firmar para que el bueno de M.E.O. pueda inscribir su candidatura a la presidencia de la república. Claro, me prendí al ver que la notaría que queda a un par de cuadras de casa (Pedro de Valdivia esquina Capitán Orella) estaba dentro de las suscritas al convenio con el candidato (no pagué ni uno).
Uf! Hace tiempo que no estaba en una notaría, el reino del despelote, el griterío, las máquinas de escribir (sí señor, dije máquinas de escribir, con stencil y todo) y, en definitiva, del caos.
No había número de atención así es que lo único que me cupo fue intuir cuál de todas era la fila. Llegué donde el funcionario de turno y le dije con voz fuerte y clara (de hecho uno de los tipos que estaba cerca me miró como si fuera bicho raro): Vengo a firmar por la candidatura de Marco Enríquez-Ominami. Ah, sí -me dijo el tipo- vaya allá (apuntó con el dedo), al lado de la caja donde el morenito ese...
El morenito ese debe haber sido el practicante o algo así, un tipo al que le interrumpí el chateo de la tarde, relegado a la vamos a llamarla así, oficina más lúgubre y estrecha de todas. Como la mesa que queda más cerca de los baños en los restoranes.
Repetí el speech y dejé mis documentos sobre la mesa. El tipo me pasó un formulario para llenar (nombre, RUT, dirección, circunscripción, mesa y número de inscripción electoral) y voilá, mi estupenda firma sobre el papel.
En eso el tipo me pide el carné. Se levanta con evidente gesto de desgano y me invita a salir del cuchitril. Cierra con llave, como si alguien fuera a llevarse el miserable BIC con el que escribí, y camina hacia el fondo del lugar. Un par de minutos después, el morenito ese vocea mi nombre. Me acerco. Llego donde lo que supongo es el notario, un tipo gordo, de lentes, arrellanado sobre el sillón como diría Cortázar. Jorge Díaz, dice el licenciado hasta que me mira fijamente a los ojos. Asiento y en un breve acto, da un visto bueno sobre el formulario y me devuelve la cédula.
El trámite no duró más de 10 minutos, lo que no quiere decir que haya sido fluído o expedito. En fin, son los costos de la democracia ¿no?
Foto: EmolEtiquetas: Actualidad, Política, Yo