Como todo buen estudiante, trabajé un par de veranos en una gran tienda. En el sector del
retail como se le llama ahora a las tiendas por departamentos. En Falabella para ser más preciso: Un verano en Nueva de Lyon como empaque y al siguiente, en el Alto Las Condes, como vendedor
part-time del departamento de camisería.
De esa experiencia en el Alto Las Condes guardo buenos recuerdos. No sé si decirles amigos, pero sí gente que contribuyó de una u otra manera a hacerme la persona que soy. Desde los jefes hasta mis compañeros, pasando por los clientes que más de una vez no sólo me felicitaron, sino que también, me retaron.
Recuerdo que para la navidad (por Dios que se trabaja en un mall para esa fecha), la tienda abría a las 10:00 y no cerraba hasta las 23:00 horas, todo ello hasta el día 23. El 24, no lo recuerdo bien, el cierre creo que era a las 20:00 horas.
No importaban turnos, horas de almuerzo ni mucho menos descanso. Lo único importante era vender y no sólo camisas o ropa interior masculina, sino todo lo que fuera posible. Recuerdo que una vez una señora estaba comprando hartas cosas y me pidió que la acompañara. Así fue como llegué a pasar por el 5388 (ése era mi código de vendedor) una plancha, perfumes y cosas nada que ver con mi departamento.
Había chipe libre. A todos, desde capitán a paje, nos servía vender. Todos ganábamos.
Traigo a colación el relato porque hoy la
dirección del trabajo dio a conocer una serie de
multas a distintos
malls por infracciones al acuerdo
recientemente firmado referido al horario de cierre.
Claro, con multas tan ínfimas no sirve de nada (o de muy poco) pasar la cuenta. La idea es castigar en serio, donde más les duela, cerrándoles por ejemplo, la tienda. A ver qué harían...