Sí po. Me da pena. Primero, obvio, por la familia de la chiquitita brutalmente asesinada. Nada, nada en el mundo podrá siquiera mitigar el dolor de esa madre y está bien que así sea. Suena raro, pero eso pasa con los vínculos sanguíneos.
Ahora bien, eso no significa que el resto de los ciudadanos, la gente normal, los que no andamos matando a las niñitas por la vida, nos sintamos con el derecho a hacer lo propio con quienes decidieron pasarse al lado equivocado de la vida. En términos legales digo. ¿Muy enredado?
Pues que no está bien que rebajemos nuestra actitud a límites criminales. La gente civilizada cree en la justicia, confía en las instituciones y las deja funcionar -saludos don Ricky- tranquilas.
No obstante lo anterior, lo que me parece más penoso de todo, sí puede ser patético también, es que calculadora en mano, un grupo de ¿honorables? reflote la discusión sobre la pena de muerte. Ahí sí que no. No porque cuestiones tan importantes como la vida, el respeto a todas ellas, no es un par de calcetines, un pantalón o una chaqueta que pasa de moda con los años. No señor. Estamos hablando de principios, hitos fundacionales para cualquier persona que se precie de tal. Lo peor de todo es que los mismos que bailan al vaivén de la actualidad, tratando de acomodarse a cualquier precio al sube y baja de las noticias, son los mismos que antes y con los mismos argumentos decían que eran férreos defensores de la vida humana en cualquiera de sus formas ¿se acuerdan, cierto?
Penoso por dónde se lo mire, pero sobre todo penoso por nosotros mismos, por tener este nivel de debate y de representación popular. Digo, como para tomar nota y acordarse a la hora de hacer la rayita en diciembre ¿no les parece?
Foto: EmolEtiquetas: Actualidad, Política