Hay quienes creen que soy cabeza de balón, que lo único que sé y por lo único que vivo es por el fútbol. Pues no, no es así. Haciendo gala de ese manoseado dicho (
el periodismo es un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad) me creo en condiciones de opinar con argumentos sobre el tema de moda por estos días: la ¿crisis? económica.
Yo por lo menos me acuerdo bien clarito del día en el que, como dice Vargas Llosa en sus
Conversaciones en la catedral 'se jodió todo'. Ese día fue el mismo en el que el
BC, asediado por las presiones cedió ante la caída en picada del precio del dólar y salió a comprar divisas como si el mundo se fuera a acabar.
¿Consecuencias? Claro, el dólar pasó hace rato los $500 y con él subieron los combustibles (es un factor de la ecuación para calcular cuánto va a costar el litro) y junto con ellos los alimentos y en definitiva todo lo que se transporta. Y eso que no me estoy metiendo en el tema de la energía y los costos asociados a su producción.
A partir de ese momento, y no vamos a decir que es un efecto importado, empezamos a despedirnos de las cifras de IPC que hace rato conocíamos y ahora vemos con espanto la llegada de los dos dígitos al costo de la vida.
Me parece insólito que este argumento no se haya esgrimido aún en la discusión. Desde el colegio me enseñaron que la principal tarea del BC era controlar la inflación y no solucionarles la vida a un grupo económico que, ok, es importante, pero que también es cierto ha disfrutado de vacas gordas por harto tiempo. Por lo demás, un dólar bajo estimula la importación de maquinarias y productos altamente tecnologizados, ideales para mejorar la producción industrial. Y así también los autos, bienes de consumo menor como los electrodomésticos, etc, etc.
Para colmo, y con esto termino,
el ministro de hacienda no se caracteriza por su flexibilidad y así como vamos, no sé hasta dónde vamos a tener que llegar para que se asome un golpe de timón más o menos fuerte y no esas pildoritas insignificantes como los bonos de 20 lucas.
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