Se acabó la espera. El
Dakar, el evento deportivo más importante que hayamos visto los chilenos alguna vez, llega al país y probablemente sólo a partir de estos momentos, cuando aparezca en toda su dimensión la carrera, nos daremos cuenta de lo que significa recibir una competencia de esta magnitud.
Ok, los ecologistas sufrirán lo indecible al ver las tracciones abrirse camino a través de las dunas vírgenes, esto y lo otro. Sorry, es parte de la gracia de la carrera y si bien hay un innegable daño al paisaje natural, también es cierto que hay un incalculable valor promocional del país y de las regiones de acogen a la competencia. Claro, con 800.000.000 de televidentes en todo el mundo, a cualquiera le gustaría aparecer ¿no?
Por lo demás, en lo netamente deportivo, Chile se puede jactar de tener buenos pilotos (hablar de De Gavardo es como hablar de Pelé y Chaleco López va para el mismo lado) y ahora, lo más importante de todo, la infraestructura necesaria para aspirar a organizar nuevamente la competencia.
Los caminos, las dunas y las piedras estuvieron, están y estarán para siempre con nosotros, el tema precisamente es ese, nosotros, las personas que estaremos en Valparaíso, La Serena y Copiapó.
Con vergüenza recuerdo cuando vino un F1 a Santiago y luego de un problema mecánico, la gente se tiró encima como moscas a la miel... No pues, no se trata de eso, se trata de estar a la altura del desafío, de comportarse como corresponde. Y ojo, que no se trata de aparecer como los ordenados ni mucho menos. Acá un error o un payaseo gratuito le puede costar la vida al chistosito (los autos o los camiones no van a parar si ven una sombra en medio del camino) y, lo peor de todo, le puede costar el futuro al Dakar Argentina Chile 2010.
Foto: EmolEtiquetas: Dakar