Las comparaciones son siempre odiosas y me perdonarán los chaiteninos, futaleufinos y todos quienes se ven directa y mucho más afectados que yo por cierto con esto de
la erupción del volcán Chaitén, pero acá, en la capital la cosa no es muy distinta.
Como adivinarán, me estoy quejando de nuestro propio volcán, uno que hizo erupción allá por febrero de 2007 y que se llama, era que no, Transantiago.
Resulta que el sistema de transporte público de la capital, llamado a movilizar a más de ¿2, 3, 5 millones de personas? es un desastre, un castillo de naipes que se desmorona sobre nuestras caras ante el más mínimo estornudo, en este caso,
el paro de los choferes del troncal Nº 3.
Para colmo, con el ensañamiento de Mr Murphy,
un tipo se desmayó en la Línea 1 del Metro y en la hora peak. ¿Resultado? Me demoré casi dos horas en hacer el último tercio de mi recorrido habitual (los ¿10 kilóemtros? que van desde Escuela Militar a Ciudad Empresarial).
Justo ahora que se discute el tema del financiamiento, les tengo una propuesta a los parlamentarios de acá y de allá:
Transantiago estatal y nos dejamos de pavadas, nos ponemos colorados de una sola vez y solucionamos, al menos en el papel y en las intenciones, los problemas de los millones y millones de personas que usamos el transporte público y que, como el que más, merecemos un servicio de calidad, digno y, sobre todo, responsable. He dicho.
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