DESDE COYHAIQUE
Published viernes, abril 25, 2008 by Jorge Enrique Díaz Pérez | E-mail this post
Lo primero que se me vino a la cabeza cuando me bajé del avión en Balmaceda era como pedir permiso. Es que llegar hasta acá es lo más parecido a meterse en la pieza de tus abuelos mientras duermen. Te maravillas a cada paso con todo, con los colores, con las montañas, con el aire puro, con la tranquilidad, con el silencio, con el olor, con su gente, con todo...
El tema de la represas está presente y más de algún auto del rally también lo tiene considerado en su carrocería. En cuanto a la ciudad, prácticamente no hay semáforos porque no son necesarios y los adolescentes, los quinceañeros para que se entienda mejor, están maravillados con esto de que llegue el rally hasta sus casas.
Lo otro que tengo que decir, que
el hotel es de lujo. Y no hablo de fastuosidad ni mucho menos, sino de comodidad, buen trato con el pasajero y -era que no- buena comida. Eso siempre se agradecerá.
Mañana hay que levantarse temprano para ir a la ruta. Les dejo un par de fotos de esta tarde y como les dije ayer,
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