Qué tal? Por acá más o menos no más. Supe que falleció mi abuelo Miguel, el único que me quedaba. Una lata, no por él que por fin ya está otra vez junto a la abuela, sino por mi familia, mis tías y sobre todo por mi papá. En fin.
Acá, en Madrid, la cosa ha estado muy bien. Hemos, junto a mi polola, caminado bastante, hemos hecho cosas españolísimas (como anoche, antes de ir a ver King Kong, que comimos de pie, cerca de la Plaza Mayor, un bocadillo de calamares fritos y una caña, que no es otra cosa que un vaso de cerveza). Fuimos al Museo del Jamón, un restorán como El Palacio de la Papa Frita en Buenos Aires, es decir, bueno, bonito y barato. Además, pese a que la atención sea muy buena, como suele suceder, no se deja propina. Plop!
Para los que se preguntan por la foto, ahí estamos en el llamado Parque del Retiro, algo así como nuestro Parque OHiggins y Quinta Normal juntos, o, pese a que no he ido y sólo tengo referencias gracias a las pelis, Central Park de Nueva York. Según mi polola, y eso se nota, no es tan así, porque acá, en los Jardines del Buen Retiro como también se llama, hay mucha más seguridad y tranquilidad. Hay, eso también se nota, mucho inmigrante, mucha batucada, cerveza y marihuana, pero como cada quien anda en lo suyo y no se mete en el rollo del otro, todo marcha de maravillas.
Ya me manejo un poco más en la ciudad. Hemos hecho un par de recorridos en la superficie, en el llamado búho, un bus que pasa tarde, de madrugada y que no por eso tiene a choferes malolientes, desordenados ni nada de eso. Es el mismo servicio o mejor, que un lunes a las nueve de la mañana. Por si fuera poco, para combatir contra los escasos grados de temperatura que marcan cada uno de los paraderos de bus, los vehículos cuentan con calefacción... Así no más es. Transantiago se quedó chico con éstos tipos, en serio.
Como mi novia se cambió hace poco de piso, aún hay que armar un poco mejor el espacio. Así fue como llegamos a Ikea, una empresa sueca que está a medio camino entre Casa e Ideas y Homecenter, todo en uno. La experiencia fue tal, porque para llegar a la estación de metro más cercana hay que recorrer poco más de una hora. Eso para que sólo se imaginen la extensión del servicio de metro y también, la ubicación estratégica de ciertos comercios.
Y ya que les hablé de King Kong (El comentario de Augusto Góngora, cuyo blog está en mi sidebar está muy bueno) les conataré que acá en Madrid existen dos tipos de cine, los que lo doblan todo con palabras como Tío, Mogollón, Chorrada y eso y los cines V.O. por las iniciales de Versión Original, que son los cines que tenemos en Chile, en los que no se superpone una traducción hablada (muy castiza como ya les conté) a los diálogos, sino que se traducen, pero con subtítulos.
La gracia, aunque en general el cine es caro y no es tanto más caro que en Santiago, nos costó 6,1 euros a cada uno. Valió la pena, estuvo bien ver y comentar una película otra vez con mi polola. Es una sana costumbre que se había interrumpido, pero que ahora tratamos de salvar de la extinción.
Bueno pues, hasta logo como se dice por acá. Un abrazo.