Quienes hemos tenido la suerte de estar en Buenos Aires, además de disfrutar de sus espaciosas y surtidísimas librerías, probablemente también hayamos disfrutado de un paseo por el mítico Barrio de La Boca y, como un plus o un extra, una entradita, un tour por el Estadio de Boca Juniors, La Bombonera.
Pues bien, en mi segundo día en Madrid y antes de ir al Museo del Prado (aún no sé si me avergüenza reconocerlo) dirigí mis pasos al mismísimo Santiago Bernabeu, uno de los estadios más importantes del mundo. Y, ahora traigo a colación la referencia a Buenos Aires, el recorrido por el pasto merengue es mucho, pero mucho mejor que el periplo bonaerense
En primer lugar, acá hay anfitrionas y cual de las dos más guapa que la otra. Recuerdo que en Argentina, quien nos guió el tour era un "cebolla" del barrio, un joven que antes de estar en la esquina tomando cerveza, prefería narrar las proezas de su club frente a los turistas. Acá no, acá el rollo va a lo profesional y me atrevería a asegurar que si es necesario un guía bilingüe, lo consiguen sin más.
En segundo término, y creo que no necesito mucha explicación, el estadio madrileño tiene más y mejor historia que el estadio trasandino. Eso se huele en las paredes, se respira en los camarines, en los pasillos, en todas partes. Además, por si nadie es muy erudito en el tema, la propia organización madridista se encarga de recordar las principales hazañas ocurridas en el recinto de 103 años de existencia.
A grandes rasgos, sin embargo, ambos paseos son casi idénticos. Entrar a tribunas, bajar a la cancha, entrar a los camarines, volver a recorrer una parte de las graderías y, era que no, pasar por la tienda de souvenirs. Ahora, si alguien piensa que es necesario gastar 80 Euros para jactarse de tener la camiseta de Beckham o de Robinho, o tiene mucha plata o tiene los conceptos errados. En fin. Ni un llavero de dos euros compré. Además, me carga el madridismo y lo pensaría dos veces si voy al Nou Camp.
Bueno, el recorrido estuvo provisto de mucha foto, mucho vídeo como se dice por acá y lo típico en éste tipo de casos. Japoneses con lo último en cámaras digitales, españoles de otras comunidades, franceses, alemanes, ingleses y el infaltable chileno, su servidor.
Cuando llegué al piso descubrí por qué no pudimos pasar a los palcos preferenciales. Hoy, apenas unos minutos después de que terminé mi recorrido, fue presentado el brasileño Cicinho. En fin.
Salí y me dispuse a caminar por la ciudad. Así gasto energías y hago más fácil el triunfo del sueño sobre la vigilia en la noche. Además, tenía que aprovechar el sol radiante del invierno madrileño, antes que aparecieran las nubes negras que a esta hora (las 20:27) cubren el cielo.
Caminé por el Paseo de La Castellana, recorrí los Nuevos Ministerios y después, apelando a mi intuición y a los excelentes mapas callejeros del Metro de Madrid, emprendí el regreso a casa a pié. Caminé por cerca de una hora, deteniéndome en cada estación de metro para verificar mi intuición, grabando con mi cámara mis pasos, registrando las inmensas avenidas madrileñas, unas calles que se pierden en el horizonte sin dejar rastro de su imponente paso por cada esquina que atravesaba.
El segundo tiempo, una vez repuestas las energías con una buena pizza, se desarrolló en las inmediaciones del piso. Como llegué caminando en la tarde, decidí volver a recorrer ciertas avenidas para ahora sí, grabarlas en el disco duro. Fue así como llegué a la Avenida Diego de León, algo así como Providencia u Once de Septiembre, por la combinación de comercios y residencias en sus edificaciones aledañas.
Desemboqué, en mi recorrido circular por el barrio, en el monopolio del retail madrileño: El Corte Inglés. Uf! Qué edificio. Para los que vieron Crimen Ferpecto (Álex de la Iglesia) se les hará más fácil imaginar la gran tienda. Es como todas, pero acá, está abarrotada de clientes debido a la proximidad de la fiesta de Reyes. Salí de una para entrar en la otra, pensé.
¿Los precios? Casi lo mismo o un poco más caro que en Santiago. Polo, Lacoste, Naútica y ésas marcas son caras en todas partes del mundo, supongo. Poco que destacar, salvo un gorro de lana del Barcelona (Nike) que cuesta 16 Euros. Casi la cago, pero, otra vez, primó la cordura sobre mi fiebre consumista.
Descubrí otro súpermercado. SúperSol o algo así, que tiene una cerveza, marca propia por cierto, a 0,68 Euros el Litro, lo más barato que he encontrado. Eso, en la variedad está el gusto y en vez de reincidir con las patatas fritas Lays, ésta vez compré unas papas fritas caseras, Hermanos Ortiz, que se venden a granel, en bolsas dependiendo de la cantidad: 100 grs, 150, 250, 500 y hasta 1 Kg. de patatas fritas. Bien.
Para mañana les ofrezco un baño cultural por el Madrid más tradicional. Mi idea es ir al Museo del Prado y, como muy bien lo dijo la Pauly en un post, ver en vivo y en directo las mismas láminas que nos mostraba el profe de artes en el colegio. Lindo desafío ¿No?
Un abrazo y como dice Miguel Ángel San Martín, corresponsal de Cooperativa acá en España, saludos desde Madrid.