Cuenta la
historia que los fundadores del
Club Atlético Boca Juniors, apremiados por la necesdidad de tener que encontrar los colores de su nueva institución, miraron hacia el puerto. Ahí, lo primero que vieron fue un barco de bandera sueca, oro y cielo, y así, desde el mar, nació la remera xeneize.
Con el tiempo, el club se convirtió en el más popular de Argentina. La mitad más uno, dicen allende Los Andes, y parece que tienen razón. Boca, arraigado en la ribera del río de La Plata, en un barrio muy popular (eufemismo para pobre) y pintoresco, es toda una institución. Se
define por sí misma.
Varias veces campeón del torneo argentino, club del que fuera uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos (empieza con Mara y termina con Dona) y con un muy bien ganado prestigio internacional (con 15 títulos internacionales es uno de los equipos más ganadores del mundo, junto con el Real Madrid y el A.C. Milán), Boca es una transnacional.
Sobretodo después de los éxitos a cargo de Carlos Bianchi y bajo el mando de Mauricio Macri, Boca Juniors empezó a gestar, así como un apéndice al club de fútbol, una empresa, una mega empresa, que convierte en oro
todo lo que toca con sus colores.
Así es como, para ir a jugar la Copa Intercontinental de 2003, Aerolíneas Argentinas no tuvo empacho en pintar, como si fuera muy fácil hacerlo, una de sus naves con el emblema xeneize. La sola idea, para qué decir su concreción, le significó gruesas críticas a una empresa que se supone de todos los argentinos. Sin embargo, la imagen dio la vuelta al mundo y se convirtió en un gol, un golazo de Boca.
Hoy, mientras leía el Diario Olé, me enteré del nuevo plan bostero.
Taxis de Boca, con choferes fanáticos, perfectamente uniformados con los colores de sus amores, con adornos y chucherías del club dentro de la cabina, con descuentos y promociones para entrar con los jugadores a la cancha, por ejemplo. ¿No es mala la idea, no?
Ok, puede ser cierto que el mercado trasandino es hiperfutbolizado y que por eso la inversión valga la pena y resulte, como creo que será, otro éxito. Sin embargo, no dejo de preguntarme por qué acá no. Enfrentado a la necesidad de tener que pedir un taxi, impulsado por mi pasión futbolera, no sería más lógico y conveniente pedir el que lleve mis colores, el que me permita acceder a una serie de beneficios relacionados con mi club. Pensemos en empresarios, gente de negocios como se les dice, que viajen mucho al aeropuerto... la insignia de tu club a la vista de los miles de turistas que colapsan nuestro aeropuerto a diario... ¿eso se llama una oportunidad no?
Sé que no es bueno copiar, pero tenemos que convenir que con las buenas ideas no hay más remedio que hacerlo. Total, como reza nuestro himno patrio, somos una copia (¿feliz del edén?).