Llegó el día decisivo y, una vez ratificada oficialmente como la ganadora de las elecciones presidenciales por el Tribunal Calfificador de Elecciones, Michelle Bachelet dio a conocer su gabinete de gobierno. Bien, 1-0 a favor de ella. ¿Por qué?
Pese a que la nómina fue entregada un día lunes y pese a los infructuosos intentos de los respectivos cuerpos de reportajes de las dos cadenas periodísticas más importantes del país, ningún nombre se filtró antes de tiempo. Nadie, ni el más cercano (como lo reconoce Bitar en La Segunda hoy martes 31 de enero), habló con la Presidenta. Ella y sólo ella, frente a su propia conciencia y en una de sus primeras cavilaciones como mandataria, se encomendó la tarea de elegir, tal como lo había anticipado, a los mejores sin que ello significase, necesariamente, un vale otro para algunos que, como Nicolás Eyzaguirre por ejemplo, lo han hecho muy bien.
Y así fue.
Pasaditas las 21:00 horas, conciente de que tenía asegurada la atención de todos los medios, Bachelet (qué raro suena así y no Presidenta) leyó su lista. Casi como de memoria, en una prueba más de los personal e íntimo de su labor, pasó, uno por uno, sobre todos los cargos.
Gracias. Gracias porque efectivamente hay 10 mujeres y 10 hombres. Gracias porque las vacas sagradas de la democracia chilena, al fin, parecen estar dejándole el escritorio a meritócratas, gente joven, profesional, tanto o más capaz que sus antecesores, sólo que ésta nueva generación no ha tenido la oportunidad de demostrarlo ante la ciudadanía.
Al parecer, aunque sea muy prematuro decirlo, éste gobierno va por el buen camino. Al parecer, los telefonazos desde las sedes de los partidos no son lo más importante y ésa forma de hacer política, al menos para Michelle, no va.
Gracias porque por primera vez me siento mucho más incluido, mucho más cercano que antes. Gracias porque, parece, lo de las bandas presidenciales para todos no era cuento, era verdad.
¿Quiénes serán los (as) nuevos (as) Ministros (as) de Estado?*Foto: La Segunda