No, no es que me haya regresado al país porque me dio un ataque de patriotismo y extrañe demasiado el calor sofocante el verano santiaguino. No. Todo lo contrario, me quedaría feliz con la puntualidad del servicio de transportes de Madrid, metro y buses incluídos, con el frío intenso de sus mañanas soleadas, con la bollería hispana (medialunas y esas cosas), con el chocolate y los churros. Feliz.
Sucedió que, dada la proximidad de la segunda vuelta para elegir al próximo presidente de la república, acudimos -mi polola y yo- al consulado de nuestro país acá en Madrid. Pese a las advertencias de ella all respecto, jamás imaginé el desorden y la improvisación, la falta de seriedad en nuestro pedazo de Chile en Madrid.
Así es. Lo primero que llama la atención al entrar a la oficina del quinto piso es el caos del lugar. Papeles digno de pizarra de supermercado, ofreciendo carpinteros, asesoras del hogar y baby sitters a diestra y siniestra, alborotan la pequeña salita. Complementan al paisaje un poster del Volcán Villarrica, gentileza de Lan Chile (le calculé cerca de diez años al afiche) y un mapa del país, estilo infantil, aportado por el Sernatur. Ah! cómo olvidar aquel receptáculo de plástico verde chillón que, escondido entre las patas de las sillas para esperar, recoge son santa paciencia, una a una, las gotas del aire acondicionado que aún no ha sido mejor acondicionado en el lugar.
Llaman la atención tres retratos: Neruda, Ohiggins y Lagos en ése orden a juzgar por la importancia de su ubicación y tamaños. En una de las esquinas de la salita, cual banco de pueblo o algo así, se ubica, detrás de una especie de vitrina con orificios para la entrada y salida de las voces, el representante de turno, un tío que a juzgar por su acento, es español.
Cuando, después de una fila de veinte minutos para atender de no más de cinco personas, llega nuestro turno, decimos con voz amable: Venimos a excusarnos para no votar en las elecciones. Ok, responde el tipo y nos entrega una hoja mal doblada, sucia y poco oficial, en la que debemos anotar nuestros nombres, apellidos, RUT, circunscripción electoral,, número de mesa, de registro y ¡voila! Eso es todo.
Yo dudé si llevar mi pasaporte, mi pasaje y algún otro documento que certifique que me quedo por éstos pagos hasta el día 25 de enero, pero no es nec esario y hubiera sido un gastadero de tiempo y de energías para trasnportarlos conmigo.
Así es nuestro país, mezcla de informalidad y desorden, aquí en Madrid y en la larga y angosta faja también.