Por fin. Contra todos los agoreros de turno, contra las acusaciones camufladas de seriedad, pero vestidas de un machismo retógrado y obsoleto, Michelle Bachelet se convirtió en Presidenta de Chile. Bien.
Éste día en Madrid fue extraño. Desde que abrí los ojos me preocupé con especial interés por las señales en vivo, por los archivos de windows media y todo lo que sirviera para tratar de trasladar la efervesencia de un día de elecciones en Chile a España. No me fue muy bien, primero que todo por culpa del güifi como le dicen acá a Wi-Fi, ya que la señal es muy inestable y más de alguna vez me ha malhumorado.
Pero así, conectado casi como en una posición de yoga o algo parecido, agarré una señal más o menos continua y me enteré del primer cómputo, lo que me tranquilizó mucho ya que para el telediario de Antena 3, a las 21:00 locales, "el empresario de la centroderecha parece remontar la elección". Uf!
Por suerte, aunque no tanto tampoco, la cosa no fue así. Primó, creo, la cordura, la sensatez sobre la campaña sucia y llena de desprestigio y populismo barato que blandió como arma de lucha la Alianza. Si algo demuestra éste resultado, desde mi modesto punto de vista, es que el electorado chileno no es ni tan ingenuo ni tan fácil de convencer como muchos creyeron. Las peleas, verdaderas madres de todas las batallas, le pasaron la cuenta a los socios de RN y de la UDI. Ojo que no digo que en la Concertación todo sea paz, pero, por lo menos, suelen ser más cautos y diplomáticos que Longueira y sus secuaces.
Chile, según se dice en todos lados, va por buen camino y la elección de Bachelet poco y nada tiene que ver con el aparente revolucionarismo de la región tras el triunfo de Morales en Bolivia. Chile está en otra y aunque haya ganado Piñera, la bolsa, el dólar y ése tipo de indicadores no sufrirán ningún trastorno mayor.
Sin embargo, lo más importante de todo, es trabajar bien. Es un excelente triunfo, pero de igual tamaño el desafío. La Concertación ha demostrado que aún está vivita y coleando, lo que después de 16 años de carrete en el cuerpo no es poco. Hay que consolidar el progresismo de nuestro país, finiquitar ciertos detalles que faltan para darle más y más prestigio a nuestra larga y angosta faja de tierra.
Estoy contento, estoy tranquilo y estoy esperanzado. Con Michelle a la cabeza, de seguro, Chile será un poco mejor que antes.
*Foto La Tercera