Brokeback Mountain (Ang Lee), favorita a arrasar con los Óscar 2006 y reciente ganadora de los Globos de Oro, me recordó lo que en su momento fue Belleza Americana (Sam Méndez), es decir, una cruda y no siempre esperada ni mucho menos bien recibida, introspección al corazón estadounidense.
Y claro, si Belleza Americana utilizó los estándares de una familia típica made in U.S.A., ésta vez Ang Lee (quién ya había probado con íconos hollywoodenses como Hulk), tocó una de las teclas más apropiadas si se quiere interpelar al alma yanqui: Los CowBoys.
Es así como en medio de las faenas propias de un vaquero, y llevados quién sabe por qué impulso, Ennis Del Mar (Heath Ledger) y Jack Twist (Jake Gyllenhaal) se involucran en una relación tan intensa como curiosa, tan necesaria como reprochable por sus pares.
Tal vez aquí esté el talento del director y de la guionista, hacer parecer tan natural y justificable, entendible en medio de la crudeza de una tormenta en el corazón de las montañas de Wyoming, un affaire que no se fijó ni en las botas ni en el sombrero, mucho menos en el cinturón ni en la hebilla dorada de sus protagonistas. Fue no más.
Ambos siguieron con sus vidas, se casaron y tuvieron hijos, pero siempre mantuvieron dentro de sí, aquel recuerdo libidinoso y también tierno, tierno y libidinoso mejor dicho, de aquella temporada cuidando ovejas para el maldito señor Aguirre.
Ni el esplendor de una vida llena de éxitos gracias a la venta de maquinaria agrícola, ni la calidez de una familia compuesta por dos hijas y por la entrañable Alma pudieron contra el vértigo del amor clandestino, disfrazado de jornadas de pesca y adornado con postales que no siempre trajeron buenas noticias.
Antes fue el notable Kevin Spacey, hoy le tocó el turno a Ledger y mañana quizás quién tomará la posta. Lo cierto es que, de vez en cuando, en Estados Unidos se refriegan en sus propias narices, con la parafernalia que rodean la cantidad de festivales y alfombras rojas que sólo a los gringos les gusta tanto, sus propias contradicciones, sus propias debilidades.
Así, Brokeback Mountain es una de ésas películas que hay que ir a ver, que hay que analizar incluso, como una especie de mea culpa, como un ejercicio de terapia made in U.S.A. Después de todo, si a alguien le cupiera la duda, no sería una mala respuesta ¿y qué?