¿Por dónde empezar no? Estas noticias son así, inasibles al principio... Partamos por decir que estoy bien. Estamos bien. Ni entre mi familia ni mi grupo de amigos hay damnificados o heridos con la catástrofe, algo no menor al ver la magnitud del daño en ciudades como Talcahuano, Constitución, Curicó, etc.
Afortunadamente tuvimos conexión y servicios básicos apenas unas horas después del terremoto. La luz llegó temprano y con el teléfono celular, si bien costaba, nos pudimos comunicar. En definitiva, la sacamos baratísima.
A nivel país no deja de conmoverme el enorme daño que produjo el terremoto. Ni hablar de las pérdidas humanas, que a estas horas de la noche suman y siguen. Ni hablar de las pérdidas en infraestructura (caminos, puentes, aeropuertos, carreteras, etc.) y así, una larga lista.
Me quiero detener en lo que viene siendo una especie de línea editorial de este blog, en lo que le pasa a la gente de a pie, a los simples ciudadanos como uno. Cómo no condolerse con la impotencia y la rabia incluso de quienes tienen que conformarse con ver cómo se les partió, literalmente, la vida.
Departamentos nuevos, seminuevos si se quiere, da lo mismo. No puede ser que en un país sísmico como Chile se construyan y vendan viviendas con ese nivel de insuficiencias estructurales. Lo peor de todo, lo más indignante es que ni siquiera son capaces de dar la cara, de balbucear alguna explicación o, mejor aún, una palabra de consuelo.
Todos los departamentos y viviendas que se construyan en el país deben tener seguro contra este tipo de catástrofes y punto, se acabó. Nada de letra chica, asteriscos o condiciones extrañas en los contratos.
Párrafo aparte para los saqueos. Parte de la responsabilidad le cabe a las autoridades que no fueron capaces de coordinar la entrega de ayuda respectiva, pero mucha más culpa les cabe a esas mismas personas que no fueron capaces de autocontrolarse y, derechamente, se aprovecharon del pánico.
Nadie les niega leche, pañales, agua, pan y una serie de víveres a las madres que realmente parecían desesperadas con la situación, pero una cosa muy distinta es llevarse electrodomésticos y otros productos de dudosa necesidad si se considera que no hay electricidad en la zona.
Las últimas críticas para los acaparadores e inescrupulosos de siempre. En estos momentos no se puede especular con el dolor ajeno. Muy por el contrario, la idea es solidarizar con el prójimo y, en lugar de vender al doble o al triple del precio normal, por qué no, regalar los productos como creo que se hizo en una farmacia de Talca, Ahumada si no me equivoco.
Lamentablemente no será la última vez que nos veamos en una situación como esta. Aprendamos de una vez por todas a reaccionar, a ayudar en vez de aproblemar. Chile puede, siempre puede.
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