Pensé que después del caso de
Jéssica Osorio la lección estaba aprendida. Pensé que la lata difusión de los riesgos de intervenirse en clínicas de poca monta, en las que no hace falta ser inspector del Sesma para darse cuenta que las mínimas condiciones de higiene y salubridad no están garantizadas ni para sacarse una muela iba a impedir que nuevas incautas pisaran el palito. Pero no.
La realidad nos golpea con un
nuevo caso. A los 21 años, y con un hijo a cuestas, Daniela Flores murió en circunstancias muy similares a las de Jéssica. Un deseo irrefrenable por ser esbelta y un precio módico por lo que a todas luces no pueder ser tan módico fueron el gancho suficiente para cruzar el umbral y no volver más.
Para colmo, el doctor Francisco Pardo se da el lujo de aclarar en su
página web que "Si bien es cierto no poseo una formación formal en cirugía plástica, y por ello obviamente no pertenezco a la Sociedad de Cirujanos Plásticos de Chile. Si tengo formación en lipoplastía (Lipoescultura) y estética. Por esta razón mi quehacer diarío se concentra en pocas cirugías (Lipoescultura, abdominoplastía y mamas), esto ha permitido el reconocimiento de colegas y del personal del área de la salud en donde trabajo, por obtener logros muy por sobre la media, tanto en magnitud como en calidad, en estas intervenciones" (las faltas de ortografía son de él).
Entonces uno se queda ¡plop! Más ¡plop! Si pensamos que Daniela era estudiante de educación superior. Osea, ¿qué queda para la humilde liceana que ya quedó embarazada a los 15 años, sola con el cabro chico, guatona y sin terminar el cuarto medio?
Es terrible decirlo, pero desde la propia Daniela, pasando por sus familiares, amigos y todos aquellos que pudieron advertirle de los riesgos que estaba tomando, son culpables. Me cuesta creer que en la Clínica Alemana (por decir una clínica privada no más, no tengo nada a favor ni en contra de ellos) pase algo así. De hecho, las quinceañeras ABC1 que les piden a sus papitos el mismo regalo que Daniela al suyo, se han operado cientos de veces ahí y hasta hoy, no se conocen desgracias parecidas.
¿Qué hacer? ¿Incorporar al plan AUGE las abdominoplastías? No creo que sea para tanto. Basta, creo, con hablar pan, pan; vino, vino y reconocer que al que quiera celeste, que le cueste.