Sólo Dios sabe con qué ilusión llegó Héctor, Don Héctor Ruz hasta la agencia de Polla. Atraído como todos por los más de dos mil millones de pesos (unos cuatro millones de dólares) de premio, marcó sus números sólo con fechas como cumpleaños y aniversarios de su familia compuesta por su mujer y cuatro hijos.
De vuelta del trabajo tuvo que hacer dedo porque sencillamente no le alcanzaba la plata para pagar el pasaje entero. Cuando oyó, así a la pasada, los números del Loto supo que por lo menos tenía cuatro aciertos.
Su mujer, a sabiendas de la apuesta de su marido, averiguó con una vecina, pero ésta había anotado un número mal. Entonces le pidió a su hija que fueran al cyber más cercano para sacarse las dudas.
Así, de porrazo, frente a la pantalla de un PC de barrio, de uno de los pocos PC que deben haber en toda la comuna de Lo Espejo, Héctor Ruz pasó de guardia de seguridad a multimillonario.
Tuvo que mentir en la empresa para que no le descontaran el día de trabajo mientras iba a las oficinas de Polla, en micro, a cobrar su premio. Si no fuera mucha la molestia, debe haber dicho, quiero que me adelanten un par de millones. Probablemente iría a cenar a un buen restorán junto a toda su familia.
Tranquilo, sereno, hombre de pocas palabras. Orgulloso, el hombre mostraba su boleto (hizo dos apuestas, es decir, gastó sólo $1.200 -unos cuatro dólares-) timbrado y firmado como certificado de autenticidad y de premio.
"Ahora me voy a tener que contratar un guardia", dijo en tono de broma.
Ojalá que le vaya bien Don Héctor, merecido se lo tiene.