Me acuerdo de mi abuela, de la paterna y de la materna, de sus sacrificios por sacar adelante (con éxito) a sus familias; me imagino lo difícil que habría sido para ellas conseguir lo que consiguieron, me imagino también sus dificultades con la "modernidad" y la "juventud", sin perder jamás el sentido del humor y la alegría de vivir y de las cosas simples.
Me acuerdo de mis tías y de mi propia mamá. Me acuerdo de sus sacrificios no sólo en el hogar, sino en el incipiente mundo laboral también. Me acuerdo de sus desvelos, con hijos enfermos y todo, y de sus partidas tempranas, al día siguiente, con la mochila al hombro otra vez.
Me acuerdo de mis hermanas, de mis primas y de mis amigas, de ellas que han tenido la suerte de ingresar a la educación superior, de liberarse, de romper con el modelo que les tenía predestinada la vida cuando estaban aún en el vientre. No, ellas no. Son mujeres de armas tomar, difíciles de convencer, tenaces y comprometidas con sus ideales, mujeres valientes.
Me acuerdo de mi polola, la hija mayor de su familia, estudiando ni más ni menos que en España, un país que por más que se hable el mismo idioma, no deja de ser un país extraño, con costumbres distintas, con climas distintos, con calles distintas. Hay que tener coraje para hacer lo que está haciendo.
No sé, mientras viajaba en la micro, me imaginé éste homenaje. A lo mejor vi a muchas secretarias, a muchas empleadas domésticas, a muchas peluqueras, a muchas cajeras, a muchas doctoras, a muchas estudiantes, a muchas casadas, separadas y viudas.
Vaya pues mi reconocimiento a todas ellas. Un abrazo y mis respetos y admiración.