Anoche vi Capote, la
película que postula al Oscar y que, como es obvio, retrata la vida del exitosísimo periodista y escritor (¿o debré decir escritor y periodista?)
Truman Capote, específicamente durante los cuatro años que tardó en escribir su obra cúlmine,
A Sangre Fría.
La película es lenta, pero no por eso mala. Capote es así, metódico, pausado, hasta parsimonioso. Su modus operandi, una auténtica clase de periodismo para quienes ya hemos egresado y con mayor razón aún para los que aún no, es perfecto. Paso a paso, logro tras logo, pista tras pista, el hombre (aunque su homosexualidad me haga dudar del apelativo) sabe qué conseguir y cómo hacerlo.
Si bien es cierto que la actuación de Phillip Seymour Hoffman (Truman Capote) es buena, lo es más -para mi humilde gusto.
Aquí les dejo lo que opina Fuguet- la perfonmance de Clifton Collins Jr. (Perry Smith, el malo de la película, el condenado a muerte) es mejor. Mucho mejor.
Además, si a esas muy buenas actuaciones le sumamos una historia entretenida, en la que uno como espectador se engancha casi sin frenos, el efecto del cine, el efecto por el que uno finalmente paga su entrada en la boletería, se consigue con creces.
Hace un poco más de un mes, estando en España vi
Brokeback Mountain. No sé, si fuera jurado del Oscar, me atrevería a votar por Capote. En éste último tiempo he visto cómo se desmorona, por decirlo de alguna manera, el mito de los vaqueros gays. Está bien, es un buen ejercicio, pero la biografía del colega está mejor.
No obstante todo lo anterior (y escribo esto a más de diez horas de que se entreguen
los dichosos trofeos) estoy casi seguro que los gringos premiarán a George Clooney y su Good Night, Good Luck. Creo que su derrota en los Globos de Oro será recompensada con el triunfo en la pelea de fondo, en la de verdad, en el Teatro Kodak de Los Ángeles.