Las conferencias de prensa del Chino Ríos tienen ese qué sé yo... El hombre no es de los que celebran a través de los medios, sino sobre la cancha, con el rival cabisbajo y con el puño apretado, buscando un rostro familiar en las siempre frías graderías del circuito ATP. Sus conferencias de prensa son para pedirle otra oportunidad a su novia -lagrimones de por medio- o, como en este caso, para anunciar -quizás con más pena que esa vez- que sus días como tenista profesional llegaron a su fin.
Cuesta entender las razones, forzadas por cierto, de un retiro tan poco glamoroso y olvidado en el anonimato de los challengers y los torneos de poca monta. Ríos, 864 según entiendo al momento de anunciar su adiós, no es para esto y por eso el retiro es más doloroso. Sampras, por ejemplo, colgó la raqueta después de ganarle a Agassi, la final del US Open. Ese sí es retiro.
La espalda le dio la espalda en el momento más importante de su carrera. Cuando Massú y González, los escuderos que tanto se demoraron en aparecer, son bicampeones del mundo y están a punto de llevar a nuestro país al Grupo Mundial de Copa Davis.
Ríos ya sufrió y, por qué no, se merecía otra oportunidad. Más que la cerveza, las rubias o los autos deportivos, el amor de su vida es, fue y será el tenis. No sabe qué hacer porque lo único que sabe hacer -y vaya que lo hace bien- es jugar al tenis.
Humilde como pocas veces creyeron los periodistas franceses, quienes lo agazajaron con tantos premio limón como pudioeron, Ríos dio las gracias mientras leía un escueto comunicado de despedida con el que nunca habría querido encontrarse. Es la contradicción del Chino casado, separado y padre de familia. Es cierto que hay poco a su favor y que los escándalos, desde orinar a personas en el baño de un restorán en la Avenida del Mar hasta negarse a portar la Bandera Olímpica, siempre serán una sombra en su existosísima carrera, pero -insisto- el hombre merecía otra oportunidad.
En un país tan escaso de talentos, donde cada día y con más frecuencia el protagonismo y la figuración pública se basan en peleas de bajísima estofa, un campeón mundial (en el deporte más competitivo del mundo) siempre se va a echar de menos. Soy de los que cree, a pies juntos, que ni el más negro de los capítulos de su vida privada, podrán opacar la gloriosa tarde de abril en Miami, cuando más que Marcelo Ríos, Chile se subió a la cima del mundo.
Ciertamente quedará un vacío. Incompleta quedó la promesa de llevar a Chile al Grupo Mundial o ganar un Grand Slam. Sin embargo, atención señores dirigentes, tenemos la gran posibilidad de recuperar a una de las pocas glorias de nuestro deporte. Sí, propongo que Ríos sea el capitán del equipo de Copa Davis. Me parece que es lo mínimo que podemos hacer para retribuir, aunque sea muy brevemente, todo lo que este tremendo deportista hizo por nuestro país en todo el mundo.