Pasada la euforia tenística tras el exitaso de la dupla "Ma-Go" en Atenas y antes que el fútbol y la selección eclipsen el panorama deportivo, el país vuelve lentamente a su particular funcionamiento diario. Digo particular porque me cuesta hallar otro calificativo sin caer en la ironía, en la mordacidad y por qué no decirlo, en la rabia que me provocan los parlamentarios nacionales.
La última joyita salida del Congreso plantea la necesidad de alargar los pies de cueca, ahondar el cacho de chica y aumentar la cuota de empanadas a nombre de las Fiestas Patrias. ¿Cómo vamos a tener sólo dos días de fiesta, máxime cuando tenemos motivos de sobra como los señalados en el inicio de esta crónica? El calendario no puede ser tan injusto con nosotros y, ¡Bravo! nuestros parlamentarios están para arreglar el entuerto.
La moción parlamentaria quiere marcar con rojo el viernes 17 y el lunes 20 de septiembre, lo que en la práctica significa marcar con rosado el jueves 16 y el martes 21. Las imágenes de archivo, con curados y enfiestados saliendo del Parque OHigginns se repiten y se repiten, así como las empanadas mal hechas que por estos días abundan en los recintos de juerga. No es necesario ir a grabarlas, todos los años, así como la noche sucede al día, los mismos personajes de siempre están ahí.
Cuando escuché la idea, alardeada con los elementos oratorios del caso por su orgulloso creador, un pobre diputado que pasará a la historia como el que quiso pero no pudo, así como Seguel y su proyecto de ley para la siesta laboral; cuando lo escuché no pude evitar la relación con el referéndum venezolano y el populismo chavista, que, para festejar su dudosa permanencia en el Palacio de Miraflores, decretó feriado el día lunes posterior a los comicios.
Probablemente al diputado en cuestión-no puedo recordar su nombre, pese a que me considero bueno para éstas cosas- le vendría bien ir a probar suerte en el caribe. Probablemente ahí, en medio del desorden y la falta de previsión propia de los ambientes llenos de guayaberas, zandalias y sombreros de ala ancha el hombre tenga más suerte. Acá, definitivamente, no.
No porque, por último, no era necesario esperar la inminencia de agosto para darse cuenta que el calendario venía más azul que el año pasado justo para el mes de la patria. No porque si aceptamos este tipo de iniciativas nos comparamos con países como Venezuela, que con el perdón de los nacidos en esas tierras, no es precisamente el paradigma de los países bien organizados y desarrollados. No porque, además, un fin de semana largo, regado de chicha y vino tinto termina regando de sangre las carreteras en los típicos accidentes carreteros. No, y esto es lo más importante, porque somos y debemos parecer un país serio, comprometido con el desarrollo y, de una vez por todas, debemos dejar de lado esa apologada imagen de Canitrot eterno para llegar a una versión más remozada, acorde a los tiempos de Cacho Escalona, un país seguro de sí mismo, con imagen ganadora y claramente reconocible dentro de sus semejantes... ¡Macho! Ja, ja, ja.