Después de un par de años pagué una entrada para ir a ver a mi equipo. Universidad Católica, los Pirulácticos, hacían su estreno en San Carlos de Apoquindo y, ante Cobreloa (dos veces campeón y finalista en los últimos tres torneos cortos), demostrarían cuánto pesan. La tarde soleada, el paisaje precordillerano y el crepúsculo fueron actores secundarios del espectáculo que ofrecieron cruzados y calameños. Un partido como desde hace mucho no se veía en nuestra geografía futbolera y que, esperemos, se haga cada vez más recurrente.
¿La receta? se preguntan los envidiosos dirigentes que vieron cómo, por segunda fecha consecutiva, Católica llena el estadio. Es cierto, no se trata de grandes volúmenes, pero para la norma nacional, más de 10 mil hinchas ya significa harta gente en las tribunas. ¿La receta? me preguntaba mientras veía a familias enteras entrando a San Carlos, ¿La receta? me repetía mientras observaba cómo trabajaban los guardias de seguridad en las tribunas, ¿La receta? insistía cuando veía promotoras, merchandising y una serie de accesorios, por llamarlos de alguna manera, entre los hinchas cruzados. ¿La receta? Está a la vista.
Los dirigentes de Católica, en una desesperada intención de reencantamiento del hincha, se metieron la mano en el bolsillo y, justo cuando las quiebras, los síndicos y los paupérrimos espectáculos futbolísticos son la regla general, armaron un producto de calidad, uno que todos quieren ver y sobre el que todos opinan con todo lo que ello significa. Universidad Católica, el equipo de fútbol, es la estrella del torneo y como me lo confesó un amigo, es el equipo al que todos le quieren ganar.
Enhorabuena. Basta de empates desabridos, estaba bueno de jugadores que parecían aporte pero que poco y nada rendían en la cancha, ya no se podía seguir aceptando la mediocridad, el desorden y la chacota en el fútbol chileno. Íbamos derecho al cementerio.
Católica, esta perla que reluce en medio de la oscuridad, es la mejor demostración de lo que se debe hacer para regresar a los tiempos hermosos del fútbol criollo. Aquellos días en los que los clásicos se jugaban con no menos de cincuenta mil hinchas, los días en los que seleccionados argentinos, colombianos y uno que otro con carrete europeo engalanaban nuestras canchas.
Es que no hay más secreto que invertir. Apostar porque, si las cosas se hacen bien, bien terminarán. Y ojo que no hablo de campeonato, porque -curiosamente- un mejor perdedor puede ser campeón del fútbol chileno como pasó con la U en el apertura. Lo único que tienen asegurado los dirigentes cruzados con la inversión hecha es espectáculo. Y eso, en estos días, es mucho y se agradece.