Una palabra, un simple apellido es la excusa que encontró el director Andrés Wood para expresar su punto de vista con respecto al fatídico 11 de septiembre de 1973. Lo hizo bien, súper bien.
Es así porque como el mismo Wood reconoce, a la fecha tenía sólo ocho años de edad. A esas alturas de la vida, nadie puede pretender -incluso en los politizados años setenta- que un niño pueda suscribirse bajo un partido político. Apenas se puede observar cómo, violenta y cruelmente, la sociedad se desangraba atacando o defendiendo al Presidente Allende.
Precisamente ése es el primer y más grande mérito de la película: Observar. El punto de vista es neutro, no toma partido y si lo hace alguna vez, cede derecho a réplica. Dudo que alguien pueda atacar la cinta porque sienta que sólo se le dé tribuna a un punto de vista, porque se esté panfleteando -una vez más- la fecha a favor de unos y en contra de otros. Eso no sucede.
Matías Quer (Gonzalo Infante) y Ariel Mateluna (¡Pedro Machuca!), actores de los que no se tenía registro hasta antes de Machuca, se unen a una más consolidada y experimentada -pese a su juventud- Manuela Martelli (Silvana) en una especie de testificación de hechos. Se pasan de una a otra protesta, con todos sus bemoles, y sólo venden banderas. No se les puede pedir mayor compromiso político ni nada parecido, porque en sus mentes sólo hay espacio para el día a día, para ir al colegio, volver a la casa a jugar y a hacer las tareas (en ese orden) y después volver al colegio.
Si a eso le sumamos un par de joyitas, como la actuación de Alejandro Trejo, Luis Dubó, Tamara Acosta, Aline Kupperheim, el argentino Federico Luppi y el notable Ernesto Malbrán (Mr. Clarck en Sub Terra y el padre -father- Mc Enroe en Machuca), no podemos tener sino una muy bien lograda historia, bien apoyada, sin ripios, mezcla de frescura y experiencia. En este sentido, la película cumple con las expectativas que siempre van a surgir con cualquier obra que se relacione, directa o indirectamente con el 11 de septiembre de 1973.
Se trata, en definitiva, de una especie de prueba de fuego aprobada con distinciones. Creo que para todos quienes nos albergamos bajo las ciencias sociales o las artes, siempre será un imperativo tener una opinión sobre la fecha y tarde o temprano debemos cumplir con expresarla. Wood lo hizo y, para mi gusto, aportó mucho al debate y a la historia. Tanto es así que no sería tan alocado llevar al curso entero al cine.
Finalmente, no queda otra cosa sino agradecer este tipo de obras. Cada día con más fuerza y mejores argumentos, el cine chileno nos está dando una especie de orgullo artístico que deberíamos saber apreciar. En serio.