Después del terremoto periodístico que significaron las últimas declaraciones de la testigo clave en el Caso Spiniak y después de haber digerido cuanto debate, opinión y encuesta se haya generado en torno al tema, me parece que es pertinente dar a conocer mi posición al respecto.
Gemita tiene razón. Gemita tiene razón cuando dice, para The Clinic, que se pasó a todo Chile por la raja. ¡Vaya que lo hizo! Eso, una burla de semejante calibre es lo único que se puede creer, a pies juntos, de la mujer más cuestionada por la opinión pública durante el último tiempo.
Aceptando lo anterior como el único hecho indubitable hasta que el juez Sergio Muñoz emita su sentencia al respecto, nos queda tratar de indagar en los por qué de la joven para llegar a producir todo el daño que, efectivamente, ha causado.
Simultáneamente aparecen las divergencias. Gemita leyó un test sicológico y sabía que si decía que veía un murciélago negro, significaba que su infancia había sido lo más terrible que una niña puede soportar, pero en realidad, ella lo ha pasado chancho, no ha sufrido ni el uno por ciento de lo que ha dicho y su única preocupación en estos momentos es Monserrat, su hija. Por el contrario, están los que sostienen que Gemita efectivamente se prostituyó, vivió debajo de los puentes del Mapocho, conoció el mundo de la droga y quizás cuántos otros más y es por ese motivo que surge su conexión con el Caso Spiniak y de ahí en adelante, lo que todos conocemos.
Entran en juego un sacerdote y un Senador de la República, ambos representantes de dos instituciones más que cuestionadas en el último tiempo y los que, para rematarla, dirimen sus diferencias en la peor evaluada de las instituciones en el país donde las instituciones funcionan: en los tribunales de justicia.
Comieza así un pinpón de querellas, amenzas, declaraciones y revelaciones, pruebas irrefutables, confesiones y verdades tan grandes como una catedral; en el que como simples ciudadanos tenemos posición privilegiada, unos más que otros, según sea el interés de cada quien por seguir la actualidad noticiosa.
Aparecen así, quienes están a favor del cura. Que no es posible que un sacerdote, una persona de una supuesta integridad moral semejante, se preste para este show. Es cierto que la iglesia puede ser cuestionada, pero un cura como el Jolo, un gallo preocupado por los niños no. Cualquiera menos él.
Con los mismos argumentos, pero desde la vereda opuesta, están los que defienden a Jovino Novoa. Se trata de uno de los fundadores de la UDI, una persona de una calidad moral intachable, un padre y esposo ejemplar, esto y lo otro. Incluso, lo que evidentemente se prestó para las bromas del caso, Jovino cuenta con un aval similar al que podría contar Jolo (hasta en eso empatan) después de las declaraciones de Pablo Longueira sobre la advertencia de Jaime Guzmán, el difunto patriarca del gremialismo, para que siguiera a ése cura.
A veces siento que estamos concursando con un Don Francisco superior, que nos pregunta insistentemente ¿Dispara usted o disparo yo? Una y otra vez, siento que eso nos está sucediendo, mientras esperamos que una de las dos pistolas, la de Jovino o la de Artiagoitía, demuestren que no son más que un bluf.
Sólo entonces, momento que podría ser cuando Muñoz emita su fallo, sabremos a ciencia más o menos cierta, quién era el villano y quién era el ángel.
Por el momento, lo único cierto de todo este caso, es que existe un payaso. Una payasita mejor dicho, quien se ha dado el lujo de jugar con nuestra credibilidad y, lo que es muchísimo peor, quien se ha dado el lujo de utilizarnos como papel higiénico ¿O no Gemita?