Hace un par de días, en uno de los cada vez más fomes programas de política en televisión vi a un tipo cuyo nombre no retengo y ya sabrán por qué. Se trataba del representante del Partido Humanista, un hombre de traje y corbata -mal combinados, pero traje y corbata al fin- que trataba de llevar agua a su molino, como se dice por ahí.
Fue de él la idea del título, La Coca-Cola y la Pepsi, en alusión a las diferencias (políticas, económicas, sociales y del tipo que se les ocurra) entre la Concertación y la Alianza.
Independientemente de si uno está o no de acuerdo con la matáfora, no puedo dejar de negar que la frasesita es una de las más ingeniosas en medio de la insípida abundancia de lugares comunes como Grande Juanito Pérez, Un Alcalde para Sutano, Que siga Pepito y todo ese tipo de mensajes que atiborra las esquinas de nuestra gran ciudad.
Concedido entonces ese mérito, entremos en el área chica de la discusión. Hablemos de si es verdad o no que la Alianza y la Concertación son lo mismo.
En el plano económico, salvo que a Eyzaguirre le vengan ataques de hippismo y revolucionarismo archivados en los cajones del pasado, no hay grandes diferencias entre uno y otro sector. Después de 14 años de gobiernos de la Concertación, período en el que ha reinado la llamada política de los consensos, podríamos decir -sin temor a equivocarnos- que la Alianza se ha concertacionizado y que la Concertación se ha alianzado. Tanto el uno como el otro, se han mimetizado, se han repartido el queque y han explotado todas las ventajas del sistema binominal.
Sin embargo, hilando fino para algunos aunque para otros no tanto, sí es cierto que hay diferencias grandes entre la Concertación y la Alianza. Tal vez no sea algo tan frívolo como que en la Alianza las camisas amarillas y las chaquetas azules son casi el uniforme de trabajo, pero es. Me refiero al hecho que en el mundo concertacionista hay más pluralismo, libre pensamiento y, por qué no decirlo, tolerancia.
La UDI, el Partido Popular como se ha rebautizado, es un buen ejemplo de disciplina y rigor político. Si no, que lo digan Piñera y Longueira, los ejemplos más evidentes de esta actitud tan marcial como el régimen que apoyaron y defendieron hasta hace poco.
En la Concertación, siento, no es tan alarmante que existan divergencias o diferencias de opinión. Me atrevería a decir que se agradecen. Por el contrario, el grado de jerarquización que demuestra la derecha es tan estricto que no me gustaría imaginar un gobierno de Lavín bajo esas circunstancias. Capaz que Hermógenes Pérez de Arce sea el Ministro Secretario General de Gobierno o, lo que sería peor, Ministro de Educación. ¡Qué horror!
En efecto, en el tema valórico, en el campo de las ideas, los intangibles que hacen que Bachellet le caiga bien a gran parte de los chilenos, está la fortaleza de la Concertación. No estoy diciendo que la próxima elección sea pan comido ni mucho menos. Lo que estoy diciendo es que, a la hora de encontrar las diferencias entre una y otra, una de las dos colas es mejor, a nadie le da lo mismo la Coca-Cola y la Pepsi, siempre hay preferencias y yo la tengo clara.