Con grupos como Los Prisioneros prácticamente desaparecidos, al menos en lo que a su formación tradicional y principios musicales se refiere y otros como La Ley, totalmente inmersos en el showbussiness, ganadores de premios Grammy y una especie de vitalicios de los MTV, vale la pena detenerse en un grupo como el que lidera Claudio Valenzuela. Se llama Lucybell y, el sábado recién pasado, repletaron la Estación Mapocho.
Hasta ahí llegué, con mi polola y mi hermana de 18 años. No éramos ni los más viejos ni mucho menos los más jóvenes. Pero apenas empezaron a sonar sus primeros acordes, los golpecitos al suelo, los ademanes con la cabeza siguiendo el ritmo del bajo fueron la tónica entre todos los presentes. Fue entonces que me di cuenta de una de las primeras virtudes del grupo. Esa transversalidad en su público, gente que es profesional, que de lunes a viernes no se sacan la corbata, casados y con hijos algunos (como el mismo Valenzuela), pasando por estudiantes universitarios, de preuniversitarios y colegios hasta llegar a nóveles compradores de discos, los llamados tweens, que como si fueran el fan número uno, coreaban verso a verso las canciones del grupo. Lucybell abarca, apretando a cada uno en su justa medida, mucho. El sábado, en la Estación Mapocho, había personas de 40 años y también de 15 e incluso menos. Primer mérito.
¿Cómo se logra eso? preguntarán los inquisidores profesionales. Me aventuro a decir, en correspondencia con el título de esta columna, que Lucybell, las tres sílabas de la palabra, vienen a representar tres estilos distintos de hacer música, tres gustos claramente identificables en la discografía del grupo, como son el rock (presente desde De sudor y Ternura hasta el último single para la teleserie de TVN), la balada (propia de canciones como Vete, Carnaval y Milagro, todas singles de sus respectivos discos) y la electrónica o música envasada, sintetizada(tendencia predominante en gran parte de las canciones de los dos últimos discos de la banda). Estilos que si bien es cierto se pueden disgregar para mejor degustación, se recomienda consumir como un todo, en el disco completo, en la amalgama perfectamente equilibrada que propone la banda.
Es así como, creo, Lucybell es capaz de mantener a sus primeros fanáticos (aquellos que no nos decepcionamos con el grupo porque siempre enarbola la bandera del rock) al mismo tiempo que agrega nuevos seguidores incorporando las nuevas tendencias de la música moderna. Digamoslo, cada vez es más difícil subirse al escenario sólo con una guitarra, un bajo y una batería. Suena añejo, retrógrado y desadaptado. Además, la polifuncionalidad del percusionista, Francisco González (quien se atreve con el micrófono y la guitarra) demuestran la flexibilidad del trío.
Si a todo eso le sumamos lo que a mi juicio es una de las principales fortalezas del grupo, es decir, la fuerza interpretativa y el carisma del vocalista, Claudio Valenzuela, tenemos un tremendo producto entre las manos, como podría decir el manager de turno.
Pero las cualidades del grupo no se terminan ahí. Otra de las más destacadas tiene que ver con el bajo perfil o el pastelero a tus pasteles de todo el grupo. Con los integrantes de Lucybell no podríamos hacer una nota policial como sí la podemos hacer con Los Prisioneros, por ejemplo, íconos de la resistencia y la alternativa en tiempos de dictadura, para llegar a ser los embajadores de la ambición, del ridículo y la desadaptación en democracia. Quiero decir que cuando los grupos asumen su rol profesional en un ciento por ciento, sólo se limitan a hacer noticia por sus éxitos y no por sus tropiezos, como está plagada la última parte de la historia de la banda liderada por Jorge González.
Por lo mismo es que Valenzuela y los suyos partieron a Estados Unidos, donde aunque sea por acción mimética, se crece profesionalmente. El solo hecho de leer los mismos diarios que leen las grandes figuras del rock mundial o caminar por sus mismas calles (para qué decir grabar con sus mismos productores o en sus mismos estudios), inevitablemente, eleva la calidad del grupo y eso, en los últimos trabajos de la banda, se ha notado.
La respuesta más categórica estuvo en el lleno de la Estación Mapocho el sábado recién pasado. Pese a que hacía frío, pese a que sólo media hora antes tocaba Ely Guerra en Providencia y pese a que la cantidad y variedad de la oferta musical de las últimas semanas podría haber eliminado a cualquier bolsillo promedio, la gente le respondió a Lucybell.
Y, finalmente, no creo que se trate de una respuesta exacerbada o demasiado fanática. Es la única alternativa posible cuando las cosas se hacen bien desde el otro lado del escenario. A uno, como público, no le queda más que aplaudir y reconocer el trabajo bien hecho.