Pasó la noche, sopesaron los análisis en caliente que se hacen después de toda gran elección y, una vez que el humo se ha disipado y por fin podemos ver el horizonte en el camino, podemos hacer un análisis un poco más serio y certero.
La Florida y Santiago mantuvieron alcaldes de la Alianza por Chile, Pablo Zalaquett y Raúl Alcaíno, respectivamente. Con cola, uno más que otro, están Germán Correa y Jorge Schaulsson. Pero ¿por qué ganaron los candidatos del cambio? Las cifras no mienten y, en los dos casos, su alta votación en mesas femeninas es la única explicación más o menos lógica para los resultados.
Zalaquett debió esperar hasta bien entrada la noche para atreverse a descorchar la champaña. Me atrevería a decir que el hombre brindó con preocupación, con un dejo de amargura y, en mayor medida, con alivio. Las vio negras el alcalde de La Florida y deberá redoblar sus esfuerzos si quiere sacarse de encima esa imagen light y poco seria que, definitivamente, se ganó entre los electores varones de su comuna. El caso de Zalaquett es una prueba fehaciente de lo que se puede conseguir con un par de ojos azules y un apellido que no sea, parafraseando a Los Prisioneros, González ni Tapia.
Algo muy parecido, pero con el plus que significa haber sido rostro de televisión, sucedió en la comuna más importante del país, en la que se ha dado en llamar La Madre de Todas las Batallas. En Santiago ganó Alcaíno pero sólo gracias a sus evasivas para enfrentarse en un debate político, gracias a sus fotos en la feria y gracias a la eterna sonrisa Pep del que puede calificarse como el delfín de Lavín.
Ya lo decían los especialistas. A la candidatura de Alcaíno tuvieron que subirle el presupuesto, tuvieron que escoltarlo con otras figuras de grueso calibre como la mismísima María Estela León de Lavín, para que así y todo, superara por un estrecho margen a su contendor.
Ellos, pareciera, representan el estándar de lo que debe ser un candidato a Alcalde. Más allá de los clichés y las típicas frases de campaña, no tengo idea, de verdad, cómo van a hacer para solucionar los problemas reales de la gente. A lo mejor, o a lo peor, mejor dicho, sólo les bastará con mover la colita en un programa de TV o pasearse repartiendo autógrafos, como si fueran estrellas de cine, por las calles de la comuna. Pero ideas más acabadas o estrategias de desarrollo que no pasen por canchas de nieve o piscinas itinerantes, aún no las he escuchado.
Ya que se acercan las elecciones presidenciales y, se supone, ahí las cosas deberían tener un poco más de sustento y profundidad, esperemos que casos tan irritablemente emblemáticos de lo frivolizada que se encuentra nuestra política, queden en el pasado. Por lo menos, dirán los tradicionalistas más reclacitrantes, ni la Paulina Nin ni la Raquel Argandoña ganaron en sus comunas. Menos mal que algo de lógica queda, porque de lo contrario, sinceramente, no sabría qué hacer.