El escandaloso episodio, accidente mejor dicho, ocurrido en la Autopista Central me dio pie para acordarme de la manera en la que tratábamos de explicarles a los gringos las extrañas y, en definitiva inexplicables cosas que suceden en nuestro país. The Chilean Way, les decíamos.
Y no dejábamos ni ahora menos, dejo de tener razón. De otro modo no se explica cómo se autoriza el cobro de un bien de uso público, pero concesionado a privados (como la autopista), sin que éste bien esté completamente apto para su uso. Los ejemplos abundan para reflejar lo absurdo de la situación. Es como pagar todo el precio por ver la mitad de la película, es como pagar la entrada al estadio y ver sólo el primer tiempo, es como comprar las primeras cien páginas del último best seller, etc., etc.
Así no más es y, lo peor de todo, es que los capitales extranjeros que siempre aparecen como los malos de la película no lo son tanto. Lo único que hacen estos inversionistas -ésa es su principal preocupación- es sacarle el máximo provecho a sus dólares y si las autoridades nacionales, llámese Ministerio de Transportes, les permiten cobrar por las primeras cien páginas del libro, ellos, era que no, lo hacen.
Pero, para nuestra desgracia, el cúmulo de negligencias e irresponsabilidades no se detiene en el citado ministerio. Este tipo de modificaciones y proyectos de gran envergadura no se pueden hacer sin la anuencia del congreso, cuerpo que apoyó, así, tal cual, este atropello contra los derechos del consumidor.
¿Sigo? A propósito de consumidores, me gustaría escuchar al director del SERNAC con la misma fuerza que habla contra los reenvasadores de cloro, con la misma eficiencia que demuestra para fiscalizar los adornos navideños y las pistolas de juguete, así mismo me gustaría que actuara el señor Roa contra los responsables de la Autopista Central. ¿Le tendrá miedo a las multinacionales o será que apenas ingresamos a lo que se supone es uno de los más modernos avances en términos de infraestructura vial dejamos de der consumidores?
Yo, así como varios de ustedes, me siento como el más pequeño de los David contra el más gigante de los Goliat. El tema es que, a diferencia del mítico episodio, ahora los David nos podemos organizar, podemos gritar, chillar y patalear hasta que el Gigante Egoísta (pasándome rápidamente a otro clásico) se digne a mirarnos, escucharnos y tal vez, así como sucedió en la versión original, a transformarse en un ejemplo de solidaridad.
Dudo que eso pase, pero por lo menos, en mi condición de David asumido, nadie podrá quitarme el derecho de reclamo. El cliente siempre tiene la razón y no sería raro verme, junto al inefable Viejo Pascuero de turno, en el Paseo Ahumada, recolectando firmas para frenar este escándalo llamado Autopista Central.