Quienes me conocen saben perfectamente que mis principios y postulados, si es que cabe el término, distan mucho de los que le son atribuibles a Augusto José Ramón Pinochet Ugarte; pero, independientemente de quién sea, me parece que lo dictado por la Corte Suprema es francamente, un disparate.
Los titulares de este martes 4 de enero señalan que por 3 a 2, la Sala Penal del máximo tribunal desestimó el recurso de amparo presentado por la defensa de Pinochet, resolución que da luz verde al procesamiento, decretado por el juez Juan Guzmán, en el Caso Operación Cóndor. Hasta ahí, nada malo.
Lo malo, excelentísimos supremos, es que la misma sala que falló esta vez en contra del general sólo hace un par de años lo había hecho a la inversa, es decir, a favor de Pinochet. En aquella oportunidad, una demencia subcortical leve sobreseyó al acusado en el marco de la llamada Caravana de la Muerte.
Lo extraño, a mi parecer, es que si en ese entonces los jueces atendieron a las razones médicas para safar (un término Paulsenístico) a Pinochet de un merecido castigo, ésas mismas razones médicas debieran ser suficientes para acoger el recurso de amparo y esperar que Dios y no los humanos, haga justicia con el militar en retiro; un hecho que, por lo demás, no debe estar muy lejos de suceder.
Pero no, no pasó así y desde ahora en adelante, me declaro un perfecto incompetente para tratar de entender los fallos de la más alta corte de justicia nacional.
Creo, con pocos temores a equivocarme, que la Corte Suprema está metida en uno de esos cachos de antología, un enredo de padre y señor mío, del que les resulta cada vez más difícil salir.
Según mi parecer, y el de muchos conocidos, con ocasión del Caso Caravana de la Muerte, la Corte Suprema debió desatender el recurso presentado por la defensa de Pinochet y así, dar curso a un guiño de justicia con el caballero. Si ya se había burlado de la justicia inglesa levantándose cual Lázaro en la pista del Grupo 10 de la Fuerza Aérea, con más ganas lo hizo de la justicia chilena, comprando libros, paseándose en los malls y hasta administrando una jugosa cuenta bancaria de dólares no muy limpios.
Como en aquella oportunidad la Corte Suprema se equivocó y vio y escuchó las burlas del pinochetismo en sus narices, esta vez quiso dar un golpe a la cátedra y salir con este fallo completamente desconcertante.
Ello es más cierto aún si consideramos que hace pocos días, cuando en el país el que no hacía mea culpa no era chileno, la misma Corte Suprema prefirió mirar para el lado y lavarse las manos en una disculpa tan eufemística como infantil. Decir que no estuvo a su alcance hacer más, cuando se ha hecho conocido que los recursos de amparo (a favor de las víctimas de la dictadura) eran rechazados llenando un formulario, el formulario Gálvez si no me equivoco, en honor a su creador, fue lisa y llanamente una lavada de manos olímpica y grosera.
Pero los viejitos, por muy viejos que sean no son tontos, se dieron cuenta del error y esperaron que les llegara este caso, para ahora sí, golpear a Pinochet y a su legado de muerte y horror.
Lo siento excelentísimos ministros de la Corte Suprema, pero ahora cualquier pelagato es capaz de enfrentarse a otrora temido dictador. Pinochet es, para su conocimiento, lo que se llama un cadáver político, es lo más parecido a un blanco en un polígono de tiro, se le dispara y se le sigue disparando una y otra vez y no pasa nada, ya no pasa nada.
Una vez más, lamento informarles, han llegado tarde. Han desaprovechado una gran oportunidad de enmendar antiguos errores y salir un poco airosos del bochorno. Por mi parte, ahora los dejo. Ya vendrán los pinochetistas de siempre (espero ansioso a Pérez de Arce) y ellos tendrán más motivos que yo para seguir dándoles. Lo que es yo, como uno de sus miembros alguna vez lo dijo, ya estoy curco con ustedes y su asquerosa y camaleónica administración de la justicia.