Escribo estas líneas con un ojo en la TV y el otro, acá en el monitor. A esta hora, se supone, Manuel Contreras debería ser notificado de su condena a 12 años por el secuestro permanente (en un hecho inédito para la justicia chilena, ya que dictaría un precedente para casos similares, más ahora que dentro de seis meses éstos deberían estar cerrados) de un mirista, de apellido Sandoval si no me equivoco.
Me siento a escribir, básicamente, para reconocer el coraje y la valentía de Karina Álvarez, periodista de Chilevisión y ex alumna del Colegio San Marcos, el mismo que también me echó a la educación superior.
Álvarez, indignada porque carabineros la quería sacar de su puesto de trabajo -la calle Morandé, afuera del Palacio de Tribunales- montó en cólera y se mantuvo férrea en su decisión de no salir de la calla, un lugar público por excelencia. A golpes, escudazos, microfonazos y todo lo que se pueden imaginar, Karina no sólo fue capaz de mantener "al aire" su transmisión, sino que, victoriosa, se mantuvo en su lugar.
Evidentemente, dadas las características del caso, la periodista lanzó más de un exabrupto contra carabineros, algo que -hilando fino- podría ser calificado como maltrato contra carabineros: "¡Hijo de puta!", dijo la profesional, defendiéndose ante la prepotencia típica de la fuerza policial en éstos casos.
Como si fuera Marcelo Salas en el Nacional lleno, haciendo un gol contra Argentina en el minuto 90, la reacción de Álvarez fue celebrada y apoyada por los curiosos y familiares de detenidos desaparecidos que se encontraban en el lugar. "Cobardes, cobardes" gritaba la misma gente que antes agitaba sus gargantas con las palabras "Asesino, asesino", dedicadas por cierto, a Miguel Krassnoff Marchenko y Marcelo Moren Brito, el que hasta recibió uno que otro monedazo antes de subir al vehículo de gendarmería.
Pero ¿por qué tanto escándalo? Porque Manuel Contreras debe (a esta hora aún no lo hace) comparecer frente al juez para que se decrete el cúmplase de la condena antes señalada. Pero, como sucedió con la condena por el Caso Letelier, Contreras se rebeló. Amnesiado en el tiempo y en el espacio, el General debe creer que en pleno 2005 sus otrora amplios poderes permanecen intactos.
Con más de dos o tres horas de atraso, finalmente salió de su hogar. Se dice que habría sacado su arma, que se habría negado a comparecer a la justicia, etc. A esta hora, Contreras está en el Cuartel Borgoño, escenario de sendos atentados contra los Derechos Humanos, aunque en otras actividades, por suerte.
Contreras, en definitiva, no es capaz de asumir sus responsabilidades. Ok. Debe ser difícil hacerlo cuando, siguiendo el ejemplo típico, se está obedeciendo órdenes y el jefe, Pinochet, es el que más leso se está haciendo de todos los involucrados. Ya lo ha dicho el propio Contreras, Pinochet lo abandonó a su suerte y los desayunos de antaño, se le deben repetir como desagradables flatulencias.
Como señalan los colegas presentes en el lugar de los hechos, "eso es todo, hasta un nuevo aviso, cuando la información así lo amerite".