Seguramente muchos de ustedes, mis queridos y nunca bien ponderados lectores, habrán visto las imágenes de esta mañana en Temuco, cuando el Senador Lavandero -representado por sus abogados- enfrentó los alegatos de la fiscalía, que busca desaforarlo para iniciar así un juicio por abuso sexual contra menores. Me quiero detener en la actitud casi salvaje, irracional y cegada por quién sabe qué fuerzas de mis colegas periodistas, los que juntos a sus respectivos camarógrafos y fotógrafos hicieron de la diligencia un show digno de peor escenario.
Si sabemos que las puertas de acceso son pequeñas, si nos damos cuenta que algo así como un pánico escénico les debe atacar a las autoridades judiciales de la zona (no están acostumbrados al acoso mediático) y, máxime, si consideramos que estamos en un edificio público porque, por último, éstas bataholas se pueden entender y hasta llegan a ser entretenidas a la entrada del Hotel O´Higgins -ahora que se nos viene un nuevo Festival de Viña-; considerando todo aquello, lo que se llama compostura, buenas maneras y hasta me atrevería a decir educación se debe mantener a rajatabla.
¿Qué hicieron mis colegas presentes en el lugar? Convirtieron el tema en un chiquero, en una salida de canal de TV, en un ring de boxeo, en una especie de reality del que todos querían salir victoriosos a cualquier precio. Todo ello, transmitido para todo el país e incluso al extranjero, dada la connotación del caso. Mal.
Tanto o más mal que cuando los periodistas pedestales, esos que sostienen el micrófono -aunque ahora los celulares están de lo más
in- ante cualquiera que esté dando declaraciones. Los que ponen, como digo, una hebra más a la bufanda de micrófonos y teléfonos y que, para desgracia de quien está declarando, se ríen a sus espaldas, cuchichean con el compañero del lado, bostezan, miran al cielo como contando los segundos para que deje de hablar pelotudeces su entrevistado, etc.
Entonces, sucede cada vez con más frecuencia, que nuestro distinguido gremio es vilipendiado de chincol a jote. Hasta un lustra botas (con el respeto que me merecen quienes limpian el polvo de los zapatos) es capaz de pararse y criticarnos. Y claro, así las cosas tienen razón. Tienen razón y llegado el momento dorado, en una entrevista de trabajo, cuando los requisitos han sido saltados exitosamente y se llega a negociar la plata, salimos mal parados.
¡Vamos muchachos! Querámonos un poquito más. Seamos más serios, más profesionales. Somos grandes responsables de nuestros propias desgracias y, lo peor de todo, es que no cuesta nada mejorar, solucionar el tema. Tan sólo se necesita un poquito de actitud, una pisca de vergüenza.
**EXTRA, EXTRA**
El Caso Lavandero va a dar mucho paño que cortar en lo que a la actuación de los medios se refiere. Y, a propósito de la vergüenza ajena, esta mañana (en tribunales, hasta donde llegó el Senador a interponer un recurso contra el diario La Tercera) sucedieron dos bochornosos acontecimientos, dos joyitas que suisiera compartir con ustedes:
Con razones de sobra, Lavandero no tiene ganas de hablar con nadie y así se lo hizo saber a la nube de periodistas, camarógrafos y fotógrafos que lo rodeó esta mañana en el Palacio de Tribunales. "No voy a hablar, para eso están mis abogados. Están perdiendo su tiempo", repetía el parlamentario ante la insistencia enfermiza de los micrófonos caminantes porque cualquier persona con dos dedos de frente es capaz de entender esa frase. Está bien, entiendo que hay que llegar con el mono donde el editor, pero, a veces, es preferible explicar la situación con palabras y no con lamentables imágenes, semejantes a hablarle a un muro, que es lo que por estos días es el honorable.
En el mismo caso, Lavandero cedió un par de frases a la prensa apostada en el lugar. "Vine a poner una querella contra La Tercera", dijo, desangrándose en declaraciones el Senador. ¿Qué dijo nuestro periodista estrella, aquel modelo que información y oportunismo? Es insólito, sobre todo si pensamos que el hombre es reportero de TVN y no de un canal de noticias pichiruchi o, por último, extranjero. No, representado al canal de todos, el periodista le contrapreguntó a Lavandero "¿Y por qué reportaje sería?" No sé, desde que entré a la universidad y con mayor razón ahora que estoy afuera, desarrollé el hábito y lo mantengo, de estar más o menos al día en lo que actualidad se refiere. Más riguroso aún, estimo, debería ser el seguimiento de las noticias entre quienes se encargan de cubrirlas... Además, no estamos hablando de un atropello en Copiapó ni de un incendo en Punta Arenas, estamos hablando, ni más ni menos, de una denuncia de abuso sexual contra menores de edad de parte de un Senador de la República.
Ok. La típica frase hecha: "De todo hay en la viña del señor". Está bien, pero creo que a veces, de vez en cuando, no estaría mal desmalezar un poquito la viña... digo yo.