Fernando Villegas, en la última edición de Tolerancia Cero, arguyó estar fehacientemente en contra de la funa. El melenudo columnista de La Tercera dijo, así tal cual, con su desparpajo habitual, que las funas eran una mariconada, que para eso, es mejor hasta retar a duelo -retar a duelo- a la persona involucrada en el acto y arreglar los problemas pendientes como en la colonia.
Veo El Termómetro y un Senador de la Democracia Cristiana se manifiesta en términos similares, más recatados eso sí, al respecto. Las funas, dice Rafael Moreno, son una bajeza y una falta de respeto.
Por la relevancia que ha tomado el tema, desde el suicidio de un ex torturador, me parece que el concepto funa estaba sobredimensionado para mí en la sociedad chilena. Con sorpresa, creo, son más los chilenos que no saben o no quieren saber lo que es una funa, hecha y derecha.
"Llegué al punto de no poder resistir y cumplir mis compromisos económicos, porque sistemáticamente, como lo saben mis más cercanos y grupos políticos que me han perseguido y presionado entre otras acciones, para sacarme de mis 3 últimos trabajos desde que soy uniformado en retiro, se me fueron cerrando totalmente las posibilidades laborales, incluso por gente no política, pero miedosa de represalias si me contrataba, todo por ser un coronel de Ejército en retiro, procesado por supuestas violaciones a los derechos humanos..."
La carta de Jorge Germán Barriga Muñoz, desde su inicio, da cuenta del objetivo existente detrás del acto de funar. Sin embargo, tal vez porque cada uno de los afectados por la funa podría argumentar un significado distinto, la Real Academia Española de la Lengua aún no se ha atrevido a lanzar un significado global del término. La palabra funar, para la RAE, no tiene significado.
Averiguando, descubrí que el término proviene del mapudungún y que, en esa lengua, significa podrido. Tal vez lo podrido detrás de cada funa sea el sentimiento, la angustia de encontrarse en el ascensor del ministerio (como le sucedió a Michelle Bachellet) con el que fuera su verdugo y el principal protagonista de sus pesadillas.
¡Si no hay justicia, hay funa! Repiten los que, valientemente a mi juicio -en contra de lo que piensa Villegas- se paran frente a los trabajos o a los domicilios de quienes tiñieron de sangre y terror las páginas más recientes de la historia nacional.
Enseguida, se leen los que podrían ser los cargos en contra del funado. Alguien, por lo general un actor o estudiante de teatro, representa el fantasma de la víctima y vocifera también un alegato, una represalia que no por ficticia o dramatizada deja de ser emotiva.
Acto seguido, el juez de la causa callejera, precedida y desarrollada en medio de un bullicioso ceremonial que incluye batucadas, platillos y todo aquello que sirva para llamar la atención de los transeúntes y vecinos, procede a dictar sentencia. Así, como si se tratara del más primitivo de los teatros griegos, el coro acompaña el dictamen del juez... Juanito Pérez, ¡estás funao!
Y, a la luz de los últimos hechos, a propósito del suicidio de Barriga, podríamos decir que sí. Que si no hay justicia, hay funa y que los funaos, definitivamente, están funaos.