Beckham fue papá. Victoria parió al tercer heredero en Madrid, donde los paparazzi son tanto o más insistentes y profesionales que en Inglaterra, sólo que -es obvio- mayoritariamente hablan español y no inglés.
Enfrentado a la decisión de bautizar a su hijo, el futbolista más fotografiado del mundo eligió algo más que un nombre. Claro está, hay que decirlo como antecedente, esto de poner nombres en la familia Beckham Adams no es algo tradicional ni mucho menos típico. Romeo y Brooklyn son ejemplos vivientes de lo que estoy hablando. En fin. El hecho es que David (pueden pronunciarlo en español y no Deivid) eligió ponerle Cruz a su tercer vástago.
¿Cruz? Cruz Beckham, qué feo y extraño suena. Pero el niño tendrá que acostumbrarse no más y, cuando el blondo futbolista esté revisando las fotos y videos de su mejor época, podrán tener una conversación larga y sincera acerca de esta decisión.
Personalmente, soy de los que apoyan a Beckham. En un arranque de lucidez insólito (tal vez influido por las conversaciones de Luxemburgo con el plantel merengue), David sentó cabeza y -cosa que no hizo con los hermanos mayores de Cruz- puso los puntos sobre las íes. ¿A qué me refiero? Simple. Me refiero al peso de la palabra Beckham, del apellido más famoso en Manchester, en toda Inglaterra y probablemente en gran parte de España también.
¿Qué es sino una tremenda y pesada cruz ser el hijo de David Beckham y Victoria Adams? Sin saberlo, el bebé ya tenía echada su carta astral, su nombre copó las portadas de los tabloides sensacionalistas del Reino Unido y hasta provocó risas y minutos de TV en Chile, a miles de kilómetros de su inocente existencia.
Cruz Beckham será, desde que salga de la clínica en Madrid, el blanco predilecto de fotógrafos y paparazzis. Cruz, así como ya ha pasado con otros célebres antecedentes (William y Harry por citar el ejemplo más paradigmático ya que se trata de sus propios compatriotas), deberá entender que sus cumpleaños estarán en la televisión, que sus padres estarán más lejos de casa y cerca de las fiestas sociales que otros, Cruz deberá lidiar con el estigma de ser hijo de futbolista y cantante, con la mediatiquísima carrera de sus progenitores y, todo eso, sin derecho a equívocos, sin que se le acepten deslices como los últimos de Harry.
Pobre niño rico Cruz. Rodeado del lujo y las comodidades que le entregan sus apellidos, el menor de los Beckham, con apenas un par de días de existencia, ya está condenado. Su vida, obra y muerte serán preocupación periodística y, es lo más probable, no le será fácil llevar su propia vida olvidándose de sus apellidos.
Tal vez por eso Beckham eligió ése nombre. Cruz, más que cualquier otro niño recién nacido, deberá soportar el peso de su herencia como pocos. Su padre, conciente del hecho, lo marcó (como si faltara hacerlo) con su nombre, un castigo eterno, así como el de Sísifo, del que no podrá descansar jamás.