Estamos de acuerdo. Hacer leña del árbol caído es tanto o más fácil que llamar a SQP y desmentir o encarar a Ítalo Passalacqua, pero es lo que siento y debo hacer. Lo de anoche en Asunción, así como lo del otro día en el Nacional y así sucecivamente con los demás partidos de la selección, me exige criticar a Juvenal Olmos.
En mi MSN estuve un par de días como "Más perro y más verde que nunca" en algo así como un hiperbatón del concepto que, en sí mismo, es una exageración, aunque en el caso original se refiera a las características técnicas y tácticas del entrenador en cuestión. Frecuentemente pienso que Juvenal ve otros partidos o, lo que es peor, juega a otro deporte. De otra manera es difícil explicar sus actitudes y propuestas a la hora de enfrentar los partidos.
Ok. El tipo es un escapado de El Peral, una personalidad fuerte, extraña y hasta misteriosa que se desarrolló al alero de la filosofía hermética (de ahí su imperturbabilidad al recibir los goles del rival), pero entonces ¿a pito de qué nos ganamos este cacho gratuitamente?
Olmos fue campeón con la UC después de ascender a Unión Española. En ambos casos, en una actitud creciente conforme el paso del tiempo, tomó y asumió actitudes poco doctas por decir un eufemismo para lo que los jóvenes dirían una ralladura de la papa. Cambios en los primeros tiempos, jugadores improvisados fuera de sus puestos y otras hierbas fueron sólo el aperitivo del menú.
Sin embargo, el principal mérito del ex volante de la UC tiene que ver con estar en el momento preciso y en el lugar preciso. Justo cuando los nuevos dirigentes de la ANFP buscaban a alguien para hacerse cargo del nuevo proceso rumbo al Mundial de Alemania 2006, el nombre de Juvenal Olmos se impuso casi sin oposiciones. Es un técnico joven, chileno y exitoso; tres claves que sellaron la decisión.
Y, el inicio del camino, la opción parecía confirmarse con creces. Tras ir perdiendo 0-2 en Argentina (en su debut oficial en el cargo), Olmos habló fuerte y golpeado y el Chile del segundo tiempo fue tan distinto al original que le empató a la albiceleste 2-2. Y si los partidos duraran 100 minutos, capaz que hubiéramos ganado. El triunfo contra Perú por 2-1 en Santiago no hizo otra cosa que alimentar el ego (obeso mórbido ya) del técnico que se jactaba de la inmejorable posición de Chile en la tabla.
Pero pasó el tiempo y, en vez de consolidarse en sus principios (extraños y todo, pero principios al fin y al cabo), Juvenal dio muestras de debilidad. Empezó a confundirse, a ensimismarse y a transitar por un camino aún más propio y aún más solitario. Sus intentos por mejorar las condiciones de la "actividad" chocaron siempre con la mediocridad de los dirigentes y más de alguna vez se insunuó su inminente renuncia. Quizás ahí estuvo el error.
Pasaron los preolímpicos y la Copa América, ambos objetivos incumplidos por la selección, y Olmos se mantuvo impertérrito al mando. Cedió a la presión popular y el antihéroe de su propia novela, de su manera de ver y de sentir el fútbol -David Pizarro- consiguió lo que quería: jugar como lo hace en Italia. Pero ni con el mejor David Pizarro ni con el más inspirado Mauricio Pinilla ni mucho menos con el más recuperado Marcelo Salas Chile está para revivir las jornadas de gloria de la era Acosta, dupla Za-Sa incluida.
La Roja deambula con la destreza de los ebrios por la cuneta, al borde de caer, pero cerca de mantenerse por el camino. Estamos así, a los tumbos, tan frágiles como los potrillos en sus primeros días de vida.
Se dijo, hasta el cansancio, que los seis puntos que se disputarían contra Uruguay y Paraguay serían vitales. Los demás resultados quisieron que así no fuera y aún rescatando un solo punto de ésos seis, Chile está con posibilidades de ir al Mundial. Su fixture es favorable ya que vienen dos partidos como local (contra Bolivia y contra Venezuela) y después de ir a Brasil y a Colombia cerramos con Ecuador, en lo que a todas luces (hoy El Mercurio hizo el trabajo estadístico y, si la historia jugara, Chile llegaría quinto, junto a Ecuador, peleando por diferencia de goles, tal como lo hicimos para ir a Francia 1998) aparece como el partido del millón de dólares.
¿De qué nos extrañamos entonces? ¿Qué tiene de malo? Como buenos chilenos que son, los jugadores de la selección, Olmos incluido, están dejando el trámite para última hora. Igual como lo hace la gran mayoría con sus permisos de circulación, con la revisión técnica y con el pago de los impuestos. Todo para el último día. Mal que mal, son chilenos, chilenos de corazón.