Paul Schäfer Schneider, así como se escribe el nombre con el que fue bautizado por sus padres, fue detenido en Buenos Aires y más de alguien teme que las gracias haya que dárselas al equipo de Contacto, Carola Fuentes incluida, y no a la policía de investigaciones ni mucho menos. Veamos.
La ridículamente crespa colega tiene historia en esto del periodismo de investigación. Gracias a ella cayeron los primeros taxistas fraudulentos, esos que con un botón cerca de los pedales avanzaban el taxímetro ante la incredulidad de los pasajeros más desatentos; Carola Fuentes demostró cómo se robaba en las estaciones de servicio y gracias a ella, cada vez que llenamos el estanque, el bombero de turno nos dice "máquina en cero".
Sin embargo, los anteriores fueron pelos de la cola en la carrera profesional de Fuentes. Su nombre también estuvo detrás de la caída de Paidós y Sacarach, una de las redes de pedofilia chilena más atroces e importantes. Precisamente, después de ése trabajo en pro de los niños, Carola conoció a Hernán Fernández, una especie de Robin Hood de los niños abusados y así, en conjunto y lejos del alcance de los comisarios y los policías chilenos, llegaron a Paul Schäfer.
No dejó de sorprender la noticia. Recuerdo que estaba frente al PC, escuchando Radio Cooperativa, cuando el locutor, a través de un extra, señaló que estaban en condiciones de confirmar que el octogenario alemán había sido detenido en las afueras de Buenos Aires.
Encendí la TV y la gran mayoría de los canales, salvo Mega y Red TV, no estaban con las salas de prensa al aire. Sin embargo, cuando sintonicé Canal 13, sospeché lo que no debía sospechar pero al mismo tiempo me sentí aliviado y hasta orgulloso. Aliviado porque un criminal de la calaña de Schäfer había sido atrapado y hasta orgulloso porque nos hace bien a los periodistas que, de vez en cuando, uno que otro colega enaltezca y difgnifique la profesión.
La discusión en torno a los datos, las pistas y los antecedentes y su propiedad, dividida entre el equipo periodístico y la policía de investigaciones, aún no cesa. Hay quienes juran de guata que los detectives nacionales jamás le perdieron la pista a Schäfer y si no lo dieron a conocer y si no se hizo alarde de ello tiene que ver exclusivamente con las características de su trabajo, de inteligencia, como suelen decir.
Personalmente soy de los que apoyan al equipo periodístico y de los que sostienen que este pastelito les llegó envuelto en papel de regalo, tanto al gobierno como a los detectives criollos. Considero ridículo y absurdo que un grupo de periodistas haga más rápido y mejor el mismo trabajo que antes y con mejores resultados, debieron hacer quienes están mandados para ello.
Ok. Convengo que el caballero no es lo que se conoce como un simple monrero o ladrón de gallinas. Su pasado en el ejército hitleriano dejó algo más que huellas en el alemán y, por ende, se trataba de un caso algo más que especial, una piedra jabonosa que se arranca y arranca de las manos. No obstante ello, hay que decirlo Umaña, el despilfarro de recursos y sobre todo la ineficiencia mostrada por ambas policías en los sucesivos intentos de arrestro contra Schäfer dejaron en muy mal pie a nuestras instituciones.
Ahora el viejo está en la cárcel, en silla de ruedas y con la agenda algo copada con tanta declaración pendiente en los tribunales. Bien. Ojalá que se acuerde de todo, de todos los que lo ayudaron y protegieron, que se acuerde de las facilidades que le dio uno de sus huéspedes ilustres en la Colonia Dignidad y de quien, por lo que se ha sabido, guarda una cinta con su vida íntima junto a su señora, una distinguida dirigente de centros de madres. Ojalá que Schäfer, ahora que tiene muy poco que perder y mucho que ganar, se haga hombre, se haga hombre no con un niño enfrente, sino que con un juez delante suyo.
Por lo demás, ahora que se supone que los peligros son menores, el resto de los chilenos deberíamos ayudar a quienes, sustraídos del mundo como sólo pueden estar quienes están o estaban sometidos a un régimen diario similar al de los campos de concentración. Hablo de los colonos, los robots parlantes que nos dejó como herencia Schäfer. Es cierto que se les debe mucho y que, probablemente, el resto de sus vidas sea muy poco saldo a su favor. Sin embargo, estoy convencido de eso, una gota de ayuda, un pequeño grano de arena, por lo menos mitigará el dolor y la frustración y ayudará a hacer más permanente esa sensación de libertad y alivio que por primera vez en sus vidas los recorre.