El 29 de marzo de 1985 quedó marcado para siempre con un halo brutal, comprensible hasta cieto punto en el contexto de la represión y de la dictadura, pero no ahora, en pleno siglo XXI, cuando Pinochet y las fuerzas que él dirigió son parte de una historia negra, pero historia al fin y al cabo.
Como sea, los vecinos de Macul (aledaños a la intersección de las Avenidas Grecia y José Pedro Alessandri) y también de la Villa Francia (en Estación Central), saben que cada 29 de marzo no será un día fácil. Hay que tener las velas a la mano porque es muy probable que se corte la luz, hay que tratar de no pasar por esa esquina, no tener ropa tendida para que no se pase a humo y, hasta es mejor entrarse temprano y no tener que deambular después que el manto de la noche cubra el paisaje. ¿Pero, por qué?
Ése día, el 29 de marzo de 1985, los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo fueron brutal y salvajemente asesinados por carabineros en el marco de una protesta callejera. Ambos jóvenes, sin saberlo, se convirtieron en el estandarte de la lucha juvenil, en una especie de patrones para todos quienes quisieran expresarse contra la ya citada dictadura.
El tema es que, incluso durante los gobiernos democráticos y a veinte años de los sucesos originales, sin tener motivos dogmáticos o ideológicos que los sustenten, y especialmente en los lugares antes mencionados, los desórdenes y desmanes protagonizados por el lúmpen y delincuentes de poca monta, siguen sucediendo.
El año pasado, por ejemplo, los infiltrados de siempre (eso es lo que dicen las autoridades de la UTEM) no hallaron nada mejor que quemar, así como se lee, quemar con los clientes y trabajadores arrancando, el local Mc Donald´s que se encuentra justo al frente de la sede universitaria en Macul.
Sin embargo, este año, anoche no más, las cosas llegaron más lejos y Esteban Sáez –periodista de Chilevisión- resultó herido a bala en una de sus piernas (a la altura de la rodilla) mientras reporteaba en la Villa Francia.
Sus imágenes, dolorosas y sorprendentes, no son sólo una advertencia de los gajes del oficio, sino que, sobre todo, son un llamado de alerta para todos aquellos que tienen responsabilidades al respecto, porque no es posible que hechos tan lamentables como este y los anteriores, se escuden detrás de una efeméride tan obsoleta como descontextualizada.
Hoy por hoy los tribunales de justicia están haciendo las tareas que dejaron pendientes en el pasado; hoy por hoy parecen no existir las vacas sagradas y eso, especialmente para quienes han sufrido en carne propia los excesos de la dictadura, debe ser su principal motivo de lucha.
Ya no hay quien justifique o aliente este tipo de barbarie. Ya nos acostumbramos a los beneficios del entendimiento y de la civilización en términos de la no violencia política gratuita. Ni siquiera los parlamentarios, como lo hicieron antes, se agarran en el Congreso y el país parece entenderse con palabras y no a balazos.
Insisto, no hay nada que pueda avalar lo que todos los 29 de marzo sucede sólo en Santiago y específicamente en los lugares descritos. Ojalá que el próximo no sea tan sangriento como este. Tenemos 364 días para trabajar en ello.