Como muchos cuentacorrentistas del mismo banco de mi general, anoche acudí a la invitación consistente en escuchar al dúo norteamerica Air Supply, en el centro de eventos de San Carlos de Apoquindo.
Lo primero que me gustaría decir es lo difícil o casi imposible, derechamente, que es empezar un espectáculo a la hora señalada en el entrada de rigor. Y esto no tiene que ver con el nivel cultural de los asistentes como podría argumentarse. Por el contrario, me etrevería a decir que mientras más culto y mejor posicionado económicamente el público, más irrespetuoso con los horarios es. Anoche, pese a lo explícito de la invitación, el espectáculo comenzó con casi medie hora de atraso y, aún a ésa hora, seguían llegando incautos.
El desafío era recordar o mejor dicho desempolvar de la memoria profunda un par de hits del dúo. De hecho, no fue casual que la primera canción se titulara "¿Remember me?". Ambos, tanto los artistas como el público, empezamos fríos, como cuando uno se deja de ver por un período prolongado de tiempo y, una vez rencontrados, se inicia nuevamente la dinámica de la amistad. No fue sino hasta la tercera canción, una conocida, que el espectáculo se prendió un poco.
De los integrantes del dúo poco se puede decir. Muchos años para tanto show. Es que, por más que salten arriba del escnario o por más que levanten y levanten el pedestal del micrófono, la parada irreverente o rockera poco y nada tiene que ver con el pop melódico de sus mejores canciones. Además, se notaba mucho el cansancio y la utilización de bases con las pistas de voz. Los hombres, habría que aceptarlo, ya no están para éstos trotes.
En cuanto a la asistencia, mucha gente cuarentona. Mucha oficinista premiada por su jefe y muchos más canosos que jóvenes en zapatillas como yo. Tal como lo dijo la Pauly, mi polola, el recital fue algo así como un viejómetro, mientras más canciones recuerde, más viejo soy.
Sin embargo, para mi fortuna, me entretuve mucho menos de lo que esperaba. Sólo con un par de canciones logré entusiasmarme y tararear, aunque nunca al nivel de aplaudir y seguir la coreografía propuesta por el vocalista. De hecho, no podría citar el título de ninguna canción. En definitiva, fue un buen momento para recordar, para abrazarse con la polola y, sobre todo, para alejar un poco más del futuro inmediato los temidos treinta años. No estoy tan viejo.