Con algo más de dos semanas de plazo, los 115 cardenales en condiciones de votar, ya están encerrados en la mismísima capilla sixtina para decidir quién será el próxima capitán del buque, un transatlántico, llamado iglesia.
Hasta ahí nada raro, salvo las extrañísimas costumbres del riguroso protocolo vaticano, dirán ustedes. Y es ahí, en las extrañísimas costumbres del riguroso protocolo vaticano donde está el problema, desde mi modesto punto de vista claro. ¿Por qué?
Porque, básicamente, estamos en el 2005 y ya no es necesario enviar mensajes de humo para comunicarse con el exterior. De hecho, nisiquiera es necesario encerrarse o tanto secreto para elegir a una personalidad tan importante como se supone es el papa.
Tal vez sea deformación profesional, pero me muero de ganas por conocer la interna del famoso cónclave. ¿Habrán curas chacoteros? ¿Comentarán los resultados del fútbol? ¿Qué discutirán sus altezas? ¿Sobre lo mal que lo está haciendo Bush? ¿Sobre lo bien que lo hace Bush? ¿Sobre los anticonceptivos de emergencia? ¿Sobre qué?
Soy de los que cree, a pies juntos, que cuando se hacen cosas malas o no se hace algo bueno, para ser menos castigador, es necesario el silencio y la oscuridad de la noche, la clandestinidad, la ocultación más absoluta de las huellas digitales y de todo vestigio que se convierta en una prueba en contra. ¿Por qué tanto misterio? ¿Qué es lo que se quiere ocultar con el secretismo, bajo juramento, del cónclave papal?
No sé, pero si yo fuera asesor de imagen de la iglesia permitiría que por lo menos una cámara hubiera al interior de la discusión. Permitiría la edición de un libro resumen con los principales puntos de vista sobre el tema y hasta vendería una exclusiva para un medio, que perfectamente, puede ser la radio Vaticano.
¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo? Todos lo hacen y, al paso que van, las reformas dentro de la iglesia no se ven por dónde, lo que según yo, es malo, malísimo como imagen institucional. Insisto, si los puntos de vista son responsables y están basados en buenos argumentos, no veopor qué evitar que el común de los mortales accedamos a ése tipo de instancias. Abrirse, después de todo, no es tan malo.
Además, y escribo esto después de conocerse la primera "fumata" negra por cierto, ¿qué tanto tienen que discutir si tuvieron casi dos semanas para sondear a los candidatos, para tantear el terreno y darse cuenta de lo bueno y de lo malo que cada uno de los posibles papábiles?
Perdón la insistencia, pero cuando este tipo de cosas pasan es porque nada muy sano hay detrás. Obvio. Ya nadie se traga tanto ceremonial y tanta alharaca, estamos en el mundo de las comunicaciones, con un teléfono se puede mandar fotos, grabar video y hasta enviar un correo electrónico y éstos señores, distinguidos por cierto, nos vienen a decir que no podemos asistir a su debate. Perdón otra vez, pero eso no me parece justo, bueno ni mucho menos saludable, es tanto o más negro que el humo que salió por la chimenea esta tarde.