Ok. Es cierto que el ejemplo no es de los más adecuados o mejor vistos, pero dada su exposición medial, hasta el momento, el de Jordi Castell es el único caso que conozco de un gay que quiera ser padre. Además, el caso sirve para demostrar todos los prejuicios que existen en una sociedad como esta, sobre todo contra aquellos seres distintos a la norma, una especie de peligros para el status quo de la sociedad criolla.
Personalmente no le encuentro nada malo al hecho que una persona como el fotógrafo, homosexual reconocido desde hace mucho tiempo, quiera realizarse como padre de familia. A propósito de la discusión que se instaló en los medios con el caso de la jueza Karen Atala y la historiadora Ema de Ramón, se citaron una serie de estudios sicológicos y sociológicos que demostraban que el concepto "familia" no necesaria y exclusivamente une a una mujer y a un hombre, sino a todas las posibilidades que a partir de ésas dos figuras se puedan producir.
Por lo demás, partiendo de la base que Castell dice la verdad, si el hombre (léase persona) tiene las mejores intenciones del mundo para con su hijo y, si como parece, tiene los medios económicos como para hacer de ése crío un hombre (nuevamente léase persona) de bien, bien educado, bien alimentado y, sobre todo, bien querido; no veo el problema.
Si se ataca a Jordi por querer tener un hijo o, simplemente por atreverse a expresar esa noble intención (que por lo demás es casi instintiva y natural. Todos los seres humanos en su sano juicio nos planteamos la necesidad de trascender a través de nuestros hijos o hijas), con esa misma fuerza y severidad debiera atacarse a todos aquellos, hombres y mujeres, que sin tener el más mínimo sentido común, traen y traer cabros chicos al mundo como si fueran conejos. Ellos no piensan, como sí lo hace Jordi, en el futuro de sus retoños, en su calidad de vida y en una serie de otras situaciones que, lo queramos o no, determinan la personalidad de los menores. No es lo mismo nacer en cuna de oro como se dice, que hacerlo en un campamento o en un hogar sobrepoblado y mal mantenido.
Creo que a Jordi le pasa lo que le pasó al mismísimo Ramón Sampedro. Sus intenciones son legítimas, pero no son legales. El tetrapléjico quería ser asistido para morir, un antecedente válido atendidas las condiciones en las que "vivía". Sin embargo, hasta hoy vemos a Ramona Maneiro, la valiente que ayudó al gallego a cumplir su deseo en una prueba de amor a toda prueba (valga la redundancia), declarar en los tribunales españoles. Probablemente, si el caso prospera, lo mismo tendrá que pasar aquella valiente que se entregue, al menos en términos uterinos, para cumplir el deseo de Castell.
Ella, la mujer que preste su vientre, no será ni la primera ni la última. El trato ha sido objeto de discusión en series de TV tan conocidas como Friends, he incluso se ha tratado como noticia. Sin ir más lejos, esta mañana escuché de una norteamericana que arrendó su vientre a una pareja de latinos por U$15.000. Sin embargo, cuando se enteró que gestaba a cinco y no a un solo bebé, decidió ceder gratuitamente sus servicios.
Espero que Jordi, así como cualquier otra persona que demuestre serio y responsable interés por criar a un niño o niña, cuente con todas las facilidades del caso. Tal vez sea demasiado progresista, tal vez sea demasiado optimista; sin embargo, creo que tal vez, sólo tal vez, esté siendo demasiado justo.