Obvio. Voy a hablar sobre la final de la Champions League. Un simple partido de fútbol, pero, al mismo tiempo, una demostración de todo lo que este maravilloso deporte significa y representa, incluso en rincones tan lejanos y distintos del mundo como en Estambul.
Cuando Paolo Maldini anotó el 1-0 a los 50 segundos tomé el control remoto para olvidarme del espectáculo. Con un gol de diferencia, anotado en el primer minuto de juego más encima, Carlo Ancelotti y cualquier italiano bien nacido, hubiera aplicado el más estricto y riguroso catenaccio. Pero no. Para nuestra suerte no fue así y el Milan, que para varios es el verdadero equipo galáctico de Europa, bailó al Liverpool y trapeó el pasto turco con las esperanzas londinenses. Con dos goles de Crespo, el Milan ganaba 3-0 y aún quedaban 45 minutos de juego.
Lo dijo Maradona a través de las pantallas de ESPN. Había que bajar la persiana y esperar a que pasaran ésos 45 minutos para que empezara la fiesta milanesa. Tres goles de diferencia, con sólo un tiempo por delante, en una final europea, contra un equipo italiano, claro que sí, era mucha ventaja para los milaneses.
Sin embargo, el Liverpool y sus jugadores demostraron que no hay peor trámite que el que no se cumple, que no está derrotado quien pelea y todos ésos dichos que se suelen usar en el área de recursos humanos para levantar la moral del personal. En seis minutos, ¡seis minutos! el partido estaba empatado 3-3 y si alguien fue a comprar cerveza para festejar y volvió y se encontró con ese marcador, perfectamente podría heber pensado que se trataba de una mala broma, de un error en el generador de caracteres, algo imposible.
No por nada lo dice y lo repite, cada vez que se inicia un nuevo partido el chileno Luis Omar Tapia: Comienzan noventa minutos del deporte más hermoso del mundo. Y no es talla. Con partidos así, con tapadas como la de Dudek en las postrimerías del segundo tiempo extra, con esa pasión en las tribunas, con esas ganas dentro y fuera de la cancha, aún me pregunto cómo es que a alguien no le pueda gustar el fútbol.
Salud por el nuevo campeón, un equipo tradicional, un guerrero de viejas lides, un equipo con historia y con un buen motivo para celebrar: La orejona. Para los milaneses y para todos los italianos en general, sigan participando y un tremendo ¡GUAJA!