María Isabel Maribur Porma. 19 años. Madre de una hija. Analfabeta por obligación, no por opción. ¿Cómo así? Sus ahora fallecidos abuelos la criaron, entre las cuatro paredes de su casa en la precordillera de la novena región, sin permitirle el más mínimo contacto con la civilización. No estoy hueveando.
Tiene cara de susto. Susto a lo nuevo, la misma cara que pusimos cuando -hace años atrás- nos compramos el primer celular y por alguna razón desconocida, el aparato hacía algo que no esperábamos. La misma cara de asombro, ella también tiene cara de asombro cuando pasea por las calles de Cañete, que tuvimos cuando nos confirmaron que el mensaje que acabábamos de escribir en nuestro computador fue recibido tal cual, en otro computador, pero al otro lado del mundo.
La noticia, más interesante y sorprendente que el choque en la Costanera Norte o que la avioneta que sobrevoló Washington, es tan curiosa como impactante. A mí por lo menos me apasiona saber cómo le explicarán el mundo del 2005 a una mente de 1 año de edad, pero encerrada en un cuerpo de 19. Insólito. Ni Stephen King hubiera inventado una historia mejor.
Algo del camino está hecho. La joven (por lo que vi en las noticias) se entretenía mirando hacia una cancha de fútbol donde su actual pareja -no son esposos porque ella recién obtuvo su carné de identidad- le dedicaba los goles que, domingo a domingo, conseguía para ella a modo de conquista.
Quienes han tenido la suerte de estar con ella, como el teniente de Cañete, cuentan que pregunta qué son esas cosas que están en las esquinas y que cambian de color entre el rojo, el amarillo y el verde. El carabinero cuenta que María pregunta por los postes de luz, por los autos...
Vaya a saber uno las intenciones de sus abuelos. Probablemente ellos tampoco tuvieron una formación académica formal y por lo que alcanzaron a oir del pueblo o, peor aún, de la ciudad, ¡de Santiago! prefirieron cuidar a su nieta en una burbuja, aislada como en el peor y más crudo de los realities, del mundo.
Recuerdo el caso de la llamada Mujer Gallina. No recuerdo su nombre, pero sí que estaba semidesnuda, acuclillada en un gallinero (de ahí su apodo) gimiendo o mejor dicho alhariendo señales ininteligibles. Los Tres, el grupo que lideraba Álvaro Henríquez, le dedicó una canció en el disco Fome. Sin embargo, María tiene más esperanzas que ella. De hecho, ya tiene la obligación de cuidar a su pequeña hija y, a juzgar por su tierna sonrisa, está dispuesta a recuperar el tiempo perdido.
Ojalá, cuando se entere de la realidad, mantenga esa misma sonrisa. Ojalá.