Seguramente varios de mis fieles lectores se habrán enterado, porque son personas bien informadas, de las reiteradas protestas estudiantiles en contra de la ley de financiamiento universitario.
Seguramente, así como yo, también estarán en desacuerdo con la manera cómo se desarrollan ésas protestas, sobre todo porque se trata de ataques contra el blanco incorrecto, equivocado. Detener el tránsito en la Alameda o en Providencia, justo en las horas punta, no es un paso hacia la solución del problema ni mucho menos en busca de más apoyo a la causa. Todo lo contrario.
Pero ¿Por qué se ha llegado a éstos extremos? Ya han pasado los típicos paros, los claustros, las interrupciones en el discurso presidencial del 21 de mayo y las ya tradicionales protestas en las afueras del congreso en Valparaíso. Todo eso no ha dado resultado y por eso, alegan los estudiantes, quieren llamar la atención a través de éstas insólitas maneras.
Tal vez, y creo tener algo de razón en el punto, los estudiantes no se han dado cuenta del problema de fondo. Creo que aún no se ha discutido lo suficiente el verdadero problema de la educación superior en nuestro país.
No existe una relación lógica y pura entre estudios universtarios y éxito económico o progreso en la escala social. Es cierto que con un título en la mano la cosa puede ser más fácil, pero creo que llegó el momento de decir, así con todas sus letras, que el título universitario no es garantía de nada.
Obvio. Con el número de profesionales que egresan, año tras año, de las diferentes universidaddes, no hay mercado que aguante. O que lo haga bien. Y es por eso que los trabajos profesionales, cada vez con más énfasis, son peor pagados. Si la demanda aumenta más que la oferta, economía elemental, los precios bajan. Así tenemos periodistas dispuestos a trabajar por $200.000 ó, lo que es peor, a trabajar gratis como una forma de prueba en el lugar de trabajo. Atroz.
Evidentemente existe un filtro entre los buenos y los malos. Entre los que se la jugaron por una universidad con cierto prestigio contra los que no. Pero, aún así, el problema es creciente año tras año y nadie se atreve a decirlo.
Un atisbo de solución es la ley presentada por el MINEDUC. El Estado, como es una tendencia mundial, se involucra cada vez menos en el tema (del financiamiento) y traspasa esa responsabilidad, con ciertos criterios de protección que en otros créditos no son tan fáciles de encontrar, a los privados. Es lo que cualquier país competitivo como Chile debe hacer si quiere velar por el bien superior.
Además, y es bueno recordar esto cuando el SII retuvo varias devoluciones de impuestos, el Estado de una u otra manera se ha visto obligado a actuar así contra los estudiantes porque ellos no han cumplido con su parte del trato. Hay quienes creen que por ser militantes de cierto partido tienen derecho a reclamar contra todo, pasando por sobre el derecho del resto que, muy probablemente, esté dispuesto a transar en varios aspectos.
Hay muchos que creen en una eduación superior gratuita. A mí también me gustaría, pero soy un poco más realista que aquellos y, con dos dedos de frente, uno se da cuenta que el tema es un imposible. El viejito pascuero no existe y hay que atenerse a las consecuancias. A mí tampoco me gusta el sistema neoliberal, pero es el que hay y mientras esté, tratemos de mejorarlo, pero no tratemos de quemarlo con bombas molotov o con lo que sea. La cosa es un poco más seria.