Y sí. Jugando a la pelota, babyfootball para ser riguroso, sufrí una lesión más o menos grave. Hubiera sido de menor consideración si, haciendo caso omiso a las miradas de pena de mis compañeros (el partido recién empezaba y ya éramos menos de lo normal), me hubiera ido al tiro a las duchas. No fue así.
No fue así y, después de jugar a media máquina por cerca de una hora, el partido terminó (por lo menos ganamos) y después de la ducha de rigor (siempre lo hago. No como otros) sentí lo que se siente cuando el cuerpo se enfría y las cosas no están bien.
Llegué cojeando a la farmacia a comprar una crema para las torceduras. Menos mal que miré el envase antes de alejarme más del local, porque el vendedor que me atendió me había dado una crema para las coceduras. Como si fuera una guagua con el poto cocido. Nada que ver.
Por fin con la crema en casa, me acosté con ese falso consuelo que tienen los que piensan que una noche de descansp puede hacer maravillas. Se me va a deshinchar, me repetía para mi mismo, evitando a toda costa la ruta del esguince.
Ahí estaba. En la primera escala del periplo. En la consulta del traumatólogo. El hombre me agarró el tobillo y lo torsió como si estuviera estrujando un paño húmedo. Esto es grave, dijo. Tremenda novedad, pensé. Por eso mismo estoy acá pues Doc.
El segundo paso era sacarse las RX. El gordito de turno, empapado en la experiencia de su cargo, me dijo lo que a ésas alturas, ya era una idea cercana a la realidad, a mí realidad. Te ganaste un yeso. Ya, Ok. está bien, pero que sea rápido, que después del examen con el Doc, esta cosa me duele cada vez más.
Volví a la consulta con las RX en la mano. Me salvé de pasar por el quirófano, me dijo el Doc y esa palabra, quirófano, aún rebotaba en la consulta. ¿Cómo tanto? Si lo único que hice fue seguir jugando, con algo de dolor, pero nunca tanto. En fin.
Después de más de diez años desde la última experiencia (también el tobillo, pero del pie derecho y jugando volleyball) volví al lugar de los hechos. La típica maquinita, el típico calor húmedo de las vendas enyesadas y una pierna mucho, pero mucho más pesada que la otra.
Así no más estoy Contando los días para que mio tobillo vuelva a ser el de antes y tratando, por todos los medios, de no perder el contacto con el mundo exterior. Una semana en cama fue mucho. Y no crean que el Mundial Sub 20 ni la Copa Confederaciones fueron un consuelo. Para un deportista como yo, ver tanto fútbol más bien fue una broma. Y de muy mal gusto.