Alberto Daiber es algo así como un Carlos Pinto cuico, un publicista entiendo, que también tiene recorrido en la TV, en Mega si no me equivoco, con programas del estilo Pinto, pero que sucumbieron al poder y el magnetismo, sello propio de Mea Culpa y El Día Menos Pensado. En fin, lo que quiero decir con esto es que Daiber no es un aparecido, pese a que para muchos pueda ser así, y que, más aún, es un tipo preocupado por lo que podríamos decir, la identidad criolla, aquello que nos distingue de los argentinos o de los bolivianos, por mencionar sólo dos ejemplos.
Pues bien, qué mejor (habrá pensado Daiber) que adaptar una pieza fundamental de la literatura tradiconalista nacional, revitalizar el estilo y la descripción abundante y rica de Edwards Bello, a través de El Roto. Todo un desafío, que al estar desprovisto de grandes pretensiones (nadie puede pensar en postular la obra al Oscar, por ejemplo), cumple mucho mejor sus objetivos.
Partiendo por los logros, el casting es un punto fuerte de la película. María Izquierdo está sencillamente notable, igual que Matías Oviedo, un punga nuevo, un personaje marginal que afortunadamente no recayó otra vez en Laiseca o en Juan Pablo Ogalde. Algo similar pasa con los personajes femeninos. Urrejola calza perfecto en el personaje, lo mismo que Patricia López (pechugas incluidas). Tal vez se pueda discutir la importancia de Francisco Melo, un comodín que aparece a cada rato, en el teatro (Tartufo), en la TV (se anotó un poroto con Fernando, el personaje de Los Treinta y ahora vuelve como protagonista en Versus) y en el cine con la mencionada película. En fin, no lo hace mal, pero está un poco trillado ¿no?
Otra gracia de Daiber con esta película es retratar esa inevitable tragedia que como la cicatriz en la cara de Clorinda, es imborrable y pasa a ser algo así como un pie forzado para buena parte de nuestra sociedad. Personajes marginales alejados del sistema escolar, de la fuerza de trabajo formal y, por qué no decirlo, del establishment neoliberal (No malls, no tarjetas de crédito, no teléfonos celulares, etc.). Se trata de personajes que, pese a empeñar sus mejores esfuerzos con tal de torcer ese hasta maldito destino, no lo consiguen.
Es más, la tragedia se cierne sobre sus humanidades sin misericordia, cayendo como un saco de plomo o como un balde de agua fría, destruyendo o apagando, los legítimos sueños de grandeza y superación.
En El Roto se muestra el bajo mundo de la clandestinidad, de las pandillas, de los sicarios y todo sin caer en la exageración de la nota, lo que es muy agradecido, por lo menos de mi parte.
Insisto. No es la Machuca del 2005 ni mucho menos. Es apenas un nuevo estreno del cine chileno, pero está bien hecha, está redonda y, al final de todo, no petende más que mostrar, recordarnos tal vez, que hay algo más que un país que crece y crece acercándose a los estándares del desarrollo tecnológico y económico.