Fui. Anoche fui al estadio tanto o más ilusionado que el resto de los 60 mil hinchas que repletamos el Nacional. ¿Para qué? Para nada. Lo pasé mal, pésimo. Un desastre.
Chile jugó mal como casi todas las eliminatorias (ojalá algún día sean clasificatorias) y a mediados del segundo tiempo, cuando no había que ser pitonizo para darse cuenta que el horno no estaba para bollos, la hinchada empezó a cobrar deudas. "Olmos, con... por tu culpa no vamos al mundial".
Sí, es cierto. Juvenal y su terquedad tienen mucho que ver en todo esto, pero no es sólo responsabilidad de Olmos. Métanle dirigentes, jugadores, periodistas y todo lo que quieran, pero, por alguna vez en la vida, métanle profesionalismo, seriedad y rsponsabilidad.
Estoy cansado, desilusionado de las promesas de un fútbol mejor. No creo que seamos tan malos como para tener que ver, por segunda vez consecutiva, el Mundial por TV. Siento que las piezas del puzzle están, pero falta quien se dé cuenta de ello y lo arme. Hablo de jugadores apropiados, de entrenadores apropiados, de dirigentes apropiados y de periodistras apropiados.
Como pocas veces, el himno nacional, a estadio lleno, fue emocionante. Espontáneamente, envueltos en banderas tricolores, los hichas de la galería sur se daban vuelta a iniciar el típico ceacheí... Había pasión, habían ganas, pero no fue suficiente.
Finalmente quedamos como la mona. Levantamos el dedo acusador antes de que se consumaran los hechos. Acusamos a los argentinos y a los paraguayos de vendidos, de coimeros y de ensuciar la cancha. Creo que
Fossati le dedicó el triunfo a Acosta y tiene razón, bien hecho. Además, tal como lo dijo el Diario Olé
"Si no te ayudás vos mismo"...
Ahora, si me permiten, me retiro a sufrir el duelo.