Ya les he hablado sobre
Trupán, un pueblo medio escondido a los pies de los Andes, en la Octava Región. El tema es que ahora pasé lo que se llama un dieciocho de campo por esos lares, con desfile de bomberos y todo.
Sin embargo, el viaje no partió bien. Como sabía de este panorama, me preocupé de contactarme con mi empleador (el IPST) con la debida anticipación y así saber si viajaba en auto junto a la familia de mi polola o en bus junto a la barra pop.
Me dijeron, desde capitán a paje, que las actividades del día viernes serían normales, ya que los festejos patrios sólo interrumpiorían algunas clases del día jueves. Raro, pero como era la voz oficial, acepté y compré mi ticket antes de que se acabaran.
Así llegó el viernes en la mañana y yo comprando en el supermercado una ensalada para las hamburguesas con arroz que esperaba almorzar. ¿Aló, profesor? dijo la voz típica de la secretaria. Lo que pasa es que Salvador, el coordinador académico, me acaba de avisar que su clase de esta tarde (tarde-noche) no se va a realizar. Ok, le dije con amabilidad y corté. Apenas el teléfono recuperó su pantalla de saludo, el tiempo empezó a correr en mi contra.
Tenía que avisar, tenía que devolver el pasaje, tenía que ir hasta el terminal, tenía que armar la mochila, tenía y tenía que hacer cosas.
El ViajeCon el tiempo contado, observando cómo cientos de capitalinos como yo ansiaban tanto o más que yo huir de la ciudad, alcancé a tramitar el tema del pasaje, a calentar el arroz, a freir las hamburguesas y hasta a echar a cocer un par de alcachofas.
A eso de las 15:30, en la esquina de Sazié con Manuel Rodríguez (frente a mi departamento), me pasaron a buscar. El viaje fue distinto, ya que esta vez, como actriz invitada podríamos decir, estaba Melanie. Melanie es una suiza que como muchas europeas, cruzó al Atlántico atraída por las maravillas naturales de esta región. Allí, en Machu Pichu, conoció a Paulina (mi polola) y a Alejandra, su hermana. Cuento corto, se hicieron amigas y la invitaron a pasar el dieciocho como Dios manda, en Trupán. Ella respondió afirmativamente el mail y listo. Un pasajero más en la camioneta.
La priomera escala del viaje fue en Chillán. Allí empezó el azote gastronómico. Choripanes, fierritos, espárragos y cuanta exquicites se les ocurra pasó por este pechito antes de llegar al centro neurálgico de los festejos, el ya citado Trupán.
¡Salud!El típico letrero verde con letras blancas así lo indicaba. Después de un par de horas desde Chillán, estábamos en Trupán. El mismo polvoriento pueblo que había visitado en el verano y que para esta ocasión, no lucía muy distinto.
La idea era celebrar el dieciciocho en patota. Familiares, amigos, compañeros de trabajo y paracaidistas como yo, que pese a los años de relación, directamente, aún no tenemos mucho parentesco.
El lote incluía a la ya destacada Melanie y a Jorge, a Sandra y a Mateo, una familia de colombianos que andaban con un perro, perra en rigor, llamada Sabina. Familiares de los dueños de casa venidos dede toda la región, una casa rodante y un par de carpas terminaban de configurar la escena. Una ramada familiar, un desmadre controlado entre las cuatro paredes de una casa y un verdadero atentado a las dietas.
Imagínense, sólo imagínenese unas empanadas fritas caldúas, con carne picada y hasta pasas. Imagínense ésos choripanes con longanizas de Chillán (sin preservantes ni colorantes, obvio), imagínense las tortillas de rescoldo, las papas cocidas... uf. Ya me dio hambre otra vez.
Para beber había vino del bueno y del otro. Chicha de la zona también y licores más citadinos como un buen Jack Daniel´s, pasando por el Gin y el típico pisco.
La mundialización y otras curiosidadesTrupán no debe tener más de mil habitantes. Sin embargo, este fin de semana, pasó algo digno del récor Guiness o algo parecido. Se encontraron dos suizas. Notable. Pero lo más notable de todo ocurrió la madrugada del dieciocho. A eso de las 04:00 AM, cuando la fiesta ardía, la sirena de los bomberos interrumpió a las cuecas. Incendio en Polcura (uno de los pueblos vecinos) y nuestra fonda quedó con dos menos, dos voluntarios que partieron hasta con el vaso en la mano a cumplir con su deber.
Al otro día había desfile. Me lo contaron porque no fui capaz de despertarme antes de las 12:00., pero dijeron que al Alcalde de Tucapel, región administrativa de la que depende Trupán, sufrió un ataque de no sé qué y tuvieron que sacarlo en ambulancia.
Sentí las herraduras de los caballos rebotando contra la piedras de una de las pocas calles del pueblo, pero no me dio para más. Vi harto huaso, harto huaso curado, harta fiesta y harta bandera.
CorrespondeHabía pasado un dieciocho en el sur. En Licantén para ser más preciso, pero no se le compara a esto. La amabilidad de la gente es la misma, el buen vino es casi el mismo, pero, sobre todo, lo mejor de este viaje fue ella.
Sí, ok. puede ser. Sé que mi polola se va de viaje a España y que no la voy a ver por un par de meses por lo menos. Lo sé. Pero también sé que la voy a echar mucho de menos y si algo aprocveché en este viaje, fue estar con ella. Capturar esos detalles que por cotidianos que parezcan, sirven para la nostalgia.
Ojalá vuelva a esos lares, pero más que cualquier otra cosa, ojalá vuelva con ella.